El préstamo de la esperanza se obtiene con tasas de usurero
No, no es Forest Whitaker –que curiosamente interpreta a Bumpy Johnson, aquí hombre de total confianza de Queenie– jugando a los gánsteres mientras se acicala el traje de cuatro cifras y mira despreocupado y vagamente –sorry not sorry por el chiste– y te escupe educadamente violento en El Padrino de Harlem. Ni siquiera es Denzel Washington allá por 2007 cuando en American Gangster nos daba otra lección de cine, interpretando al mafioso Frank Lucas. Si a la arraigada y larga sombra del racismo, a esa abolición de la esclavitud que se firmó más de 50 años atrás y que aún sigue campando a sus anchas en pleno siglo XXI, le sumas que eres una mujer en los años 30, no puedes esperar bondad del mundo, y mucho menos si eres una mujer negra.
Todas las vejaciones que podáis imaginar endurecen el odio y tienes dos vías de escape que, irónicamente, te tendrán atrapado para siempre. Esa jaula infinita o la pescadilla que se muerde la cola, llamadlo como queráis. Puedes intentar quemar el mundo, rociar de odio todo lo que dejó marcas en tu piel o, si eres inteligente, y Stéphanie St. Clair lo fue, puedes usar ese mundo en tu beneficio, manipularlo y esforzarte como si tu vida dependiera de ello para que ese doloroso odio deje de quemarte y tenga una finalidad, una meta, y como bien dice nuestra protagonista «un día, la calle trabajará para mí«. Y así fue.

“Harlem, 1933. Una mujer negra elegantemente vestida sale de la cárcel”. Me encanta cuando, con frases cortas, te intentan potenciar una historia. Contundente, intrigante y, sobre todo, en la mayoría de las veces, efectiva. Efectiva es la palabra que, creo, define perfectamente el resultado del trabajo de investigación hecho cómic de Elizabeth Colomba y Aurélie Lévy. La primera, de padres martinicos igual que Queenie –aquí no hay nada al azar– y que seguramente quedó fascinada con la esencia pura del triunfo desde la más estricta miseria en la isla caribeña de Martinica. Y es que el ser humano no puede resistirse a una buena historia de superación. Y si por el camino hay violencia, mejor.
Es impresionante como una historia de traiciones y miedos en una época donde la mafia italoestadounidense ejercía tal poder y trabajaba concienzudamente organizada mediante La Comisión, y donde se agrupaban pesos pesados como Charlie ‘Lucky’ Luciano o Dutch Schultz, carezca de acción pura y dura y sea más ese conjunto de elementos históricos y esos personajes los que mantengan todo el peso y el interés de la historia. Sus conversaciones, sus paranoias. Así que no esperéis una especie de Gangs of New York de Martin Scorsese, porque aquí está todo medido y pensado. Cada disparo –que existen y son bastantes– alcanzan sus objetivos cuando tiene que ser, y no como una ametralladora descabezada en plan peli noventera de Arnold Schwarzenegger.

Pero esa importancia de sus protagonistas, de su peso histórico y de la siempre casualidad y causalidad de haber compartido un trozo de la historia, aumenta su atracción cuando músicos de jazz como Duke Ellington o Thelonius Monk forman parte del elenco como secundarios de lujo, como cameos de oro puro. Cuando intelectuales, activistas y artistas como W.E.B. Du Bois o Charles Alston vienen a reafirman la importancia histórica que tenía Harlem, de cómo se fue moldeando un barrio de predominio blanco en su totalidad –holandeses para ser más exactos– en sus inicios y que acabó siendo un refugio para negros y caribeños donde todos compartían un elemento común: el color de su piel y donde la necesidad hizo surgir una esperanzadora cultura a base de una más necesaria movilización activista. “The rose that grew from concrete” que diría la faceta poética de Tupac Shakur.
No puedo dejar de aplaudir el enorme esfuerzo de Elizabeth Colomba en todas y cada una de las viñetas. Un ejercicio de mimetismo para con el guión junto a Aurélie Lévy ya que con ese trazo claro y limpio se deshace de opiniones de que ciertas historias oscuras de género negro –el noir para entendidos– necesita de callejones oscuros y calles sucias de tinta. Aquí predominan los blancos, los espacios infinitos y la luminosidad donde el jazz resonaba por todas las calles y los trajes lujosos ocultaban no muy buenas intenciones y armas cargadas. Una forma radiante y diferente de exponer los hechos.
La libertad tiene un precio. La libertad no tiene precio.

La historia de Queenie os atrapará por dos buenas razones: por la formidable forma de contar la historia de las autoras que prescinden de novelizaciones y de partituras innecesarias yendo directas a lo que importa como por el contexto histórico y todos sus protagonistas que convierten a esta reina de la lotería ilegal en una narración de nuestra historia peculiar y, ilegalidades y fraudes mafiosos aparte, de superación. Ahora solo os queda poneros de fondo al gran Duke Ellington y su big band para ir directos al Cotton Club.
Ficha técnica
Título original | Queenie: La Marraine de Harlem |
Autores | Elizabeth Colomba, Aurélie Lévy |
Editorial | Norma Editorial |
Fecha de publicación | Octubre 2022 |