Moby Dick

Luz en la oscuridad

Hay quien asegura que tras la muerte llegará nuestro juicio, que nuestras almas se depositarán en una balanza divina capaz de medir todos nuestros actos en vida. En función del resultado nuestra alma se elevará a los cielos y se abrirán ante nosotros las puertas del paraíso, o por el contrario caeremos en un abismo sin fin hasta hallar el olvido. Mar. Lienzo casi infinito. Manta de nuestro planeta. Origen de vida. Espejo de salvación. Guardián de la oscuridad. Siempre me diste miedo.

Hace ya años que desconecto al final del verano en mi tierra, junto al mare nostrum, donde los Pirineos se desvanecen y la piedra se resquebraja. A su orilla reflexiono e inundo mis pulmones de sal mientras las lágrimas del cielo acarician mis pies. En mi pequeño rincón del mundo, rodeado de casas blancas donde todo vuelve a empezar, siempre hay pequeñas barcas pesqueras que salen a navegar. Marineros retirados que se hacen a la mar. Hombres fuertes, en ocasiones rudos, con corazón salado que añoran el hogar. Ismael, narrador de esta historia, es igual a ellos, una persona que parece vagar en un tiempo pasado que ya nunca volverá.

Antaño, cuando luz y oscuridad se repartían el devenir del tiempo, antes que el hombre soñara encender la noche, las grandes ciudades se iluminaban con el esfuerzo de aquellos que se hacían a la mar. Trabajadores de agua, marineros, que en nuestros tiempos serían juzgados en redes extrañas, tan solo por el mero hecho de ganarse el jornal. En aquel entonces no serían menos que héroes, enfrentándose a monstruos marinos con recipientes de madera bajo sus pies y brazos de hierro fundido con manos prestas para agarrar. Herman Melville reflejó en este, su relato, un modo de vida, una experiencia propia que pocos han sabido explicar. Todos conocemos este clásico literario, Moby Dick, espejo del oficio ballenero y de su enfermedad. Un mal oscuro persigue las almas de aquellos que lo practican, inundando su corazón de odio y fraguando su mirada de ira. El Capitán Ahab, señor del Pequod, es sin duda estandarte de este mal, un pobre desgraciado que no supo lidiar.

El maestro Bill Sienkiewicz – en colaboración con Dan Chichester – nos obsequia con una adaptación magistralmente de la afamada obra literaria de Herman Melville. Sus textos son envolventes. Su dibujo soberbio. Su arte nos sumerge de lleno en la historia, recreando un ambiente impregnado de humedad, rodeado de tinieblas y con un leve aroma Victoriano. La disposición de viñetas, el uso de splash page, los diferentes estilos de dibujo integrados, fusionando lienzos, fotografías e ilustración, armonizan la lectura guiándote a través de ella. Así mismo, el uso exclusivo de cuadros de texto – obviando bocadillos – al más puro estilo Harold Foster, otorgan el toque místico apropiado para este relato.  En sus últimas páginas, creerás de verdad haber acompañado al pobre Capitán Ahab en su odisea, habiendo estado en todo momento a su lado, obsesionándote con él y apiadándote de su alma. 

Visto en perspectiva, tras una jornada de reflexión, la pregunta es evidente, ¿Quién es el monstruo en esta historia? ¿El animal que lucha por su supervivencia o el hombre que cede ante su sed de venganza? Quizá, el autor además de volcar sus experiencias reflejó la importancia de la religión en su época. Quizá, volcó todos sus miedos e incertidumbres. Quizá, había cometido actos que le hacían temer lo peor. Quizá, el color blanco de la ballena era su esperanza. La clemencia de un Dios disfrazado de bondad que es capaz de engullir nuestra caída infinita al olvido.

“¡Hasta el final contigo contiendo! ¡Desde el corazón del infierno te apuñalo! ¡Por mor del odio te escupo mi último aliento!”

P.D.: Gracias Gonzalo Quesada por tu maravillosa traducción, el disfrute ha sido máximo.

Ficha técnica

Título originalMoby Dick
AutoresBill Sienkiewicz, Dan Chichester
EditorialAstiberri Ediciones
Fecha de publicaciónAgosto 2021

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