Luna de plata sobre Providence

Terror en territorio lovecraftiano

Quizá no sea la forma más ortodoxa de empezar una reseña, pero os voy a recomendar un libro porque quiero, puedo y porque, pese a sus peculiaridades literarias, sería lo que un booktober modernito catalogaría de lectura spooky para estos días otoñales de calabazas, mantita y lluvia tras la ventana: El Monstruo de Hawkline (Un Western Gótico) de Richard Brautigan. Ahí encontrareis un weird western atípico –mucho más que este del que os hablo–, lleno de humor y terror y aunque el autor de este cómic no lo nombre en sus extensas referencias en los extras del tomo que a bien tuvo Yermo de incluir, de una forma extraña me recordaron a esta historia en la cthulhesca ciudad de Providence.

No os voy a mentir, esta historia arranca de forma algo irregular, con mínimos baches de pocos centímetros pero baches al fin y al cabo. Irregular para mí, claro está, y es que durante las primeras cincuenta páginas –cuarenta y nueve para ser exactos– la trama se va tejiendo a dos niveles que, si bien están bien integrados, alberga una sensación de que faltan partes o de cierta prisa por enseñarnos algo o a alguien entre el elenco inicial y el misterio barra peligro de rigor que parece decirle al lector que entre la idea del autor y la puesta en escena existe una ausencia de páginas que nos ordenen mejor la situación a ojos de lector. Una sensación que, afortunadamente, va desapareciendo a pasos agigantados durante la lectura.

Y no, no estoy hablando de una mala obra, en absoluto. Esta historia que seguro nos hará tener en la cabeza al maestro del terror H.P. Lovecraft, dista muchísimo de ser mala, pero es innegable que la sensación de ir a trompicones en determinados momentos desde la página uno es un hándicap que no todos están dispuestos a recibir. Yo lo hice y no me arrepiento, porque la combinación de western e historia de terror funciona para amantes de ambos géneros, pero puede ser insuficiente para fans del terror puro o del western clásico. Cuestión de exigencias diría yo, ya que es una combinación que acaba siendo redonda, pero posiblemente les cueste ser óptimas de forma individualizada.

La trama se viene arriba cuando todo se vuelvo arisco, violento, cuando las cartas están sobre la mesa y mirar atrás no es una opción y aunque dista mucho de obras potentes y brutas –no me cansaré de recomendar por enésima vez Y Hasta el Último–, se gusta y marca un nuevo camino a seguir alejado de los vaivenes anteriores. De esos altibajos notorios como para dejarlos pasar por alto… hasta llegar aquí. Luces y sombras, personajes pululando con rifirrafes muy necesarios que acaban enriqueciendo el trasfondo de la historia dejando claro que el terror más masónico e iluminatístico puede fornicar fuertemente –que diría mi compañero Marc– con vaqueros, indios y recelos del lejano oeste.

Y hablamos de un western que, sorprendentemente, no explota ni los clichés ni los elementos del género en pos del terror. Que los usa, sí, pero no los explota en el amplio sentido de la palabra y lo mantiene ahí de forma decente como un escenario sólido mientras avanzamos por las calles del Providence de 1880, en donde va creciendo más la sensación mística y de horror –siempre en la medida que necesita la historia– que la realidad de una polvorienta civilización incipiente en territorio americano donde predominan las minas, el ferrocarril, los bandoleros y los ya crepusculares duelos de revólveres.

Éric Hérenguel no es Enrico Marini, pero recuerda claramente a él mientras juega sin dudar con rostros y rasgos claros y expresiones pulidas al más puro estilo del viejo oeste, que combina muy bien con ese uso de las acuarelas y de los amarillos y rojos que siempre acompañan al buen western sin llegar a la espectacularidad de esos rojos sangre de Blueberry pero que permanecen en esencia y que convierten el trabajo de este autor completo en más que notable. Y no, no me olvido de más de un diseño de claro folklore que hace de esta lectura la elegida para esta spooky season –leedla y ya veréis ya–.

La obra de Éric Hérenguel va de menos a más con un sabor muy pulp y de terror de serie B consiguiendo una historia de misticismo, oscuridad y disparos en una época marcada por el cine, y que tiene como bazas un gran dibujo y un trasfondo digno de las teorías más rocambolescas de Dan Brown, donde el terror se acaba comiendo al western. Si queréis leer algo diferente este Halloween, no dejéis pasar este cómic y si no también, que para leer a Stephen King o a Joe Hill siempre hay tiempo.

Ficha técnica

Título originalLune d’Argent sur Providence
AutoresÉric Hérenguel
EditorialYermo Ediciones
Fecha de publicaciónJunio 2014

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