La basura es un reflejo de la sociedad
En mi vida he tenido trabajos muy diferentes. Algunos que por suerte fueron experiencias increíbles. Otros que, por desgracia, fueron infiernos apocalípticos dignos de la propia mente de Dante. Pero, todas y cada una de esas profesiones me han aportado algo muy valioso a mi vida, enseñanzas personales que a lo largo del tiempo he sabido emplear para convertirme en alguien mejor. Eso hace que a menudo mi mente viaje intentando imaginar cómo sería experimentar esas otras vivencias que día a día soportan en sus labores la gente que me cruzo por la calle. Y, en ese ejercicio mental suele aparecer la figura del basurero o barrendero. No, no me juzguéis mal, no vengo ahora a poneros ninguna de estas profesiones como algo genial y poético, no es lo que pretendemos, ni el autor con su obra, ni yo con este texto. Recoger diariamente la mierda que genera el resto de la sociedad no puede ser agradable para nadie, pero el ser humano se adapta a cualquier cosa e incluso de lo peor consigue sacar lo mejor para sobrevivir a su día a día.
Es mejor que os ponga un ejemplo, y para ello quiero viajar al pasado, para hablaros de un joven Alex de 18 años que empezaba su vida laboral como camarero de bodas. Fue mi primer gran contacto con una profesión en la que se generaba grandes cantidades de desperdicios cada día, además de tener que limpiar los salones manchados tras cada convite, soportar botellas derramadas, comida tirada o incluso vómitos de gente que se había excedido con la comida. Para mi joven yo fue chocar de frente con la capacidad del ser humano de crear porquería. Creedme si os digo que no fue nada agradable. No podéis imaginar la cantidad de comida que se tira en cada celebración, incluso sin haber sido ni probada. Cada día los 8 o 10 camareros salíamos con dos bolsas enormes y varios cubos de basura para echarlos a los contenedores, por cada uno de los convites. Ahora imaginaos tras un día intenso de trabajar, tener que salir a ello y que por el camino se te rompa una bolsa, tengas que aguantar el olor horrible de los contenedores o mancharte porque algo gotea. Siento ser tan gráfico, pero creo que es la mejor forma de acercaros a lo que se siente. A pesar de todo esto, recuerdo el trabajo de camarero con una sonrisa, y entre otras razones está que, ante estas situaciones de difícil trago, los compañeros y yo acabamos tomando una actitud muy buena. Competíamos por ver quién fregaba antes los salones, apostábamos por cual sería el primer invitado en hacer visibles los estragos del alcohol, tratábamos los sacos de basura como si fueran patatas calientes que fueran a explotar… Mil y una tonterías que hacían llevar con alegría cada jornada de trabajo. Seguro que todo el que lea esto puede empatizar en alguna de las cosas que debe hacer en su propio trabajo, esa tarea basura que odiáis hacer todos, pero que llevada con algún buen compañero al lado conseguís que se haga más amena. Nuestra realidad era que teníamos que convivir con los desperdicios y era nuestra forma de afrontarlo.

Os cuento esta parte de mi vida porque me viene a la cabeza cuando leo la obra de Derf Backderf, autor al que considero un genio porque es capaz de contar su vida de una forma tan amena y genial que es imposible no sentirse parte de lo que cuenta. En este caso, nos trae su primer trabajo como basurero en su pueblo, contándonos su día a día en una de las profesiones probablemente más importantes, pero menos valoradas de nuestra sociedad. Desde como es recoger cada día los cubos, llevarlos al vertedero, aguantar a un jefe controlador, unos compañeros a cuál más variopinto, o hasta lo que es adaptarse al hedor de la basura. El autor nos lleva por esta labor con un toque de humor y sátira geniales, haciéndote que sientas, huelas y toques lo mismo que su propio protagonista. Se lo que estáis pensando, vale. ¿Para qué quiero yo sentir lo que siente alguien que se dedica a recoger la basura? Pues, precisamente en esto radica la verdadera genialidad de esta obra. La sutileza con que el guionista nos lanza varios mensajes de forma indirecta, dejando que poco a poco lleguéis a la conclusión vosotros solos, sin tratar al lector de tonto, plasma lo vivido como si lo viviéramos nosotros y deja que tu mente haga el resto.
Creedme que a mí el mensaje me ha calado de lleno, y es nada más y nada menos que la existencia de la basura en sí misma. La realidad es que la mayoría de nosotros echamos al cubo de desperdicios las cosas sin pensar apenas donde irá, ni qué pasará con ello. Sencillamente apartamos la porquería que nos sobra lo antes posible porque nos molesta, no queremos verla. Las llevamos a vertederos bien alejados de la sociedad esperando que desaparezca allí, donde no podamos verla y sobre todo olerla. Pero, ese montón de basura sigue creciendo cada día y a un ritmo que es aterrador. Terminas esta obra siendo consciente de lo importante que es reciclar. Y esta es la realidad del ser humano, apartamos los problemas que no queremos afrontar lejos, donde no podamos verlos, o cerramos los ojos para ignorarlos. Pero, estos no se van, siguen allí creciendo y acabaran volviendo siendo una marea de mierda que no podremos quitarnos de encima.

Como conclusión, os diré que hay obras maravillosamente diferentes que puede que en un principio el tema no os seduzca, pero vale la pena mirar lo que te desagrada de vez en cuando para descubrir cosas que ni te habías planteado antes. Derf Backderf me ha enseñado con esta obra a tener en cuenta a los basureros que tan poco valoramos para el gran servicio que hacen por nosotros, a saber afrontar hasta el trabajo más duro de la mejor forma posible y, sobre todo, a temer por un mundo que se ahoga en nuestra propia porquería. Lo mejor de leer un buen cómic es disfrutarlo tanto y que además te enseñe una buena lección, una lectura que te recicla el alma.
Ficha técnica
Título original | Trashed |
Autores | Derf Backderf |
Editorial | Astiberri |
Fecha de publicación | Octubre 2016 |