La cicatriz en forma de uve doble…
Cuando algo te gusta mucho te la sopla fuertemente que se repitan fórmulas clásicas, diálogos básicos y personajes con roles manidos o incluso cansinos. Te gozas fuertemente esa ristra de clichés –aburridos, en su mayoría, por el gran público– e incluso esperas con ganas y ansias de placer que llegue el momento del clímax porque sabes cuándo y dónde será. Para esas personas, como este humilde vaquero, que se gozan intensamente los pequeños placeres instructivos y primigenios de la inventiva y que disfrutan igualmente la originalidad como la ausencia de ella, va esta historia que sin tener nada de original juega hábilmente y de forma para nada pretenciosa del elemento básico como motor incansable desde la primera página. Amigos míos, el western siempre será para viejos –no del todo pero es que suena contundente. Ja–.
Si os digo que nuestro viaje empieza en el territorio de Nuevo México en 1862. Una inhóspita región con forma de serpiente de cascabel descomunal, perseverante e incontestablemente infatigable, esperando a morderte en cualquier momento. Un paraje hostil donde ni un rifle Winchester puede asegurarte la supervivencia, y donde cazarrecompensas, desertores y seres de la peor calaña rondan en busca de dinero fácil. Muchos ya habréis adivinado que voy a seguir la estela de mi compañero Juan Carlos que hace poco os llevó al lejano oeste en las botas del pistolero más rápido que sombra, Lucky Luke junto a otro personaje al que le tengo mucha admiración como Marshal Bass en Un Cowboy Entre Algodones. Preparad la montura y los víveres y que Dios nos asista.

Solo bastan quince páginas para que la historia consiga cruelmente su cometido. Para que te escupa sin miramientos y la sangre, cruel y caliente, ensucie el polvoriento paraje habitado por pacíficos indígenas squaw que intentan sobrevivir y toda una fauna de la que desconfiar mientras masacran a los que consideran basura inferior y no merecedores de una tierra que ya era suya –la eterna ironía del conquistador egoísta y tirano, y la ignorante y burda confusión de qué fue antes si la gallina o el huevo–. A Rocca no le hace falta más para despertar el interés y mostrar en su mesa de póker la que parece su mejor mano, pero cuidado con apostar todo lo que lleváis porque podéis salir desplumados del saloon, tiene guardado más un as en la manga.
Buscando información del autor encontré una opinión muy personal que al principio me pareció acertada ante la inminente lectura de cualquier western para luego darme cuenta de forma muy grata que ese supuesto escollo aquí no hace falta que sea superado porque podría decirse que no existe. Y me refiero a la afirmación de «si no comparamos esta historia con Blueberry, podemos hablar de una muy buena historia». Porque si algo juega visiblemente a favor del guión de Simon Rocca –entre muchas otras virtudes– es que bebe claramente del teniente más famoso del bande dessinée, ya no sólo en sus estructuras y personajes, sino que se le ve cómodo en el clasicismo atemporal de historias entrecruzadas con un hilo conductor potente y violento sin dejar de lado cierta introspección sobre la vida en general y la mera supervivencia diaria en esos parajes del demonio.

El escenario amarillento, naranja y de violentos rojos atestado burdamente de rocas, peñascos y monumentos naturales a la desesperación serán el tablero de ajedrez donde, muy inteligentemente, Rocca coloca todas sus piezas para que parezca que las casualidades no existen –pero están– y dónde la sensación de encontronazos continuos ayudan satisfactoriamente al enfrentamiento de pistoleros mientras nuestro tosco cazarrecompensas se ve empujado continuamente y a regañadientes –navajos, apaches, malnacidos y guerra de Secesión de por medio– que acabará engrosando los clichés y dándole un prisma, digamos, de cierta complejidad o profundidad sin salirse del tiesto. Al principio os puede venir a la cabeza la apabullante y dura Hasta el Último para girar e irse diluyendo forzosamente a Fort Apache u OK Corral -siempre manteniendo esos límites fronterizos con el mencionado Blueberry-.
Y todo este engranaje está como recién engrasado gracias al portentoso dibujo de Thierry Girod, experto veterano en estos quehaceres –por ello Yves Swolfs le reclamó para los más recientes álbumes del también histórico Durango– al que no le tiembla el pulso al tirar de tradición estricta y dejar constancia cinematográfica en muchas viñetas al más puro talento sergioleónico con retratos fieles de Lee Van Cleef, Eli Wallach o incluso Charles Bronson. Todo un homenaje al arte por y para el arte que tienen en los acertadísimos colores de Jocelyne Charrance otro claro exponente del preciosismo europeo.
Wanted es toda una space opera coral con todas las letras –dejadme acuñar este término en tales parajes de cowboys, indios y escupitajos en letrinas– donde la magnitud de la trama va peligrosamente en aumento hasta abarcar todo el género en pleno esplendor haciéndolo vibrar virtuosamente y que, puedo asegurar como digo unos párrafos atrás, no tiene nada que envidiar a la creación de Jean-Michel Charlier y Jean Giraud, Blueberry, en ninguna de sus formas.
Ficha técnica
Título original | Wanted |
Autores | Simon Rocca, Thierry Girod, Jocelyne Charrance |
Editorial | Ponent Mon |
Fecha de publicación | Junio 2013 |