TIM-21… and the spiders from Mars
“Hola, soy Fer y me arrepiento. Me arrepiento de haber empezado Descender y no haber acabado el primer tomo. Lo siento, no volverá a pasar”. Sí, amigos míos, ese era el Fer del pasado. Ese joven –quizá no tanto– se dejó abrazar por una serie en particular en sus dos primeros tomos –de la que daré la turra demasiado aquí– y quiso probar otros platos galácticos para aumentar el bufé de naves espaciales, pistolas láser y cientos de razas variopintas. Pero ese pseudo-joven muchacho no consiguió conectar más allá de un dibujo espectacular y dejó ese primer tomo en un oscuro rincón mientras prefería irse al drama de la nieve del mismo autor… hasta el día de hoy.
Me cuesta no empezar diciendo que cuánto más leía de Descender, más me recordaba de Saga. La obra epopéyicamente épica y aún en funcionamiento de Brian K. Vaughan y Fiona Staples ha marcado un antes y un después en lo que podríamos denominar –o me gusta llamarlo a mí aunque a la jefa no le guste– una telenovela galáctica a todas luces. Una space opera al más puro estilo venezolano de los noventa pero que mantiene los hilos de todos los palos que toca en un equilibrio tan perfecto que acaba gustando a todo el mundo. Una coctelera agitada milimétricamente por Brian Flanagan donde surgen brebajes de pura ambrosía. Eso es Saga y, por consiguiente, parte de eso o consecuencia de la misma es esta maravillita espacial que el guionista canadiense ha llamado Descender.

Quizá no tenga la complejidad argumental tan diversificada que es Saga. La sensación de leer mil historias diferentes y que todas nos parezcan interesantes y fáciles de comprender. Pero al tener Descender un menor recorrido, irónicamente, desciende a su posición por ese menor espacio de maniobrabilidad para su desarrollo –algo más que lógico– y se acomoda plácidamente en esa facilidad para empatizar y entender a tantos personajes, cruces de caminos y emotivas decisiones que irán marcando todo el cómic. Ese superpoder de Lemire de comprender la complejidad emocional por encima de todo –sea el universo o el género que sea– y que el lector sea consciente de ello.
Y ojo, no quiero usar el comodín de Saga como comparación destructiva o negativa. Claramente mi intención es todo lo contrario. Una de las mayores virtudes de la aventura de TIM-21 –junto al precioso apartado gráfico de Nguyen– es la facilidad con que, pareciéndose tanto a la obra de Vaughan, consigue tener personalidad propia, un apartado emocional grande –admito que me ha encantado cogerles cariño o asco a determinados personajes– y una amenaza global inminente siempre acechando. Todo ello es un correcalles de naves, planetas, razas y conflictos de toda índole mientras vas hilando historia a historia hasta la pincelada final donde el cuadro se ve en su máximo esplendor.

Y sí, me repito: Saga –ja, sorry not sorry– pero si hay otro elemento esencial y que comparten ambas historias es la importancia vital de los flashbacks. Su manera de retroalimentarse. Sin ellos entenderíamos el cómic perfectamente, sí, pero con ellos es como sentarte en el cine con un buen cubo de palomitas mientras haces maratón de Hora de Aventuras, placer por puro placer donde querrás saber más y más. Esa forma de personalizar cada personaje descubriendo por qué están ahí y qué les hace ser como son. Acaban siendo más que un complemento, en una necesidad argumental.
El estilo abocetado y acuarelado de Nguyen es tan artesano como mainstream. Un formato clásica, de bloc de colegio y a su vez tan extraordinario en lo que transmite. El dibujante de ascendencia vietnamita experimenta, diseña y moldea unos conceptos futuristas como requiere la historia que a su vez son muy naturales a la vista, junto a la elección de colores. Si no podríamos entender Saga sin Fiona Staples, no entendemos la historia de TIM-21 sin el dibujo de Dustin Nguyen formando un universo propio solo con ello desde los naranjas tierra de planetas inhóspitos hasta los blancos puros de edificios gubernamentales de planetas de primer orden, que son dos de los colores que más predominan durante esta space opera. Querido Dustin, somos todo tuyos.

Descender tiene todo lo bueno de la-nunca-suficientemente-mencionada-en-esta-reseña Saga en su justa medida donde podremos volver a fantasear toda una epopeya espacial preciosa, terrorífica y sin apenas respiro donde Lemire saca su mejor baza menos intimista barra para todos los públicos sin cometer los errores facilones de serie de Marvel o DC. Tirando de personalidad lanzando un conflicto moral interesante, pero dejando de lado la nieve y el hockey. Si estáis disfrutando la historia de Alana y Marko, casi os obligo a que abracéis a TIM-21. Él se lo merece, vosotros también y nadie se arrepentirá de ello.
PD: Si luego ya leéis su continuación, Ascender –que sucede un año después de este final– os como los morros –ya que yo, mientras leéis esto, no lo he empezado aun–.
Ficha técnica
Título original | Descender |
Autores | Jeff Lemire, Dustin Nguyen |
Editorial | Astiberri Ediciones |
Fecha de publicación | Febrero 2016 |