My funny valentine
Es irónico que tras dejar que el jazz entrase en mi vida –para no irse nunca– más allá del Kind of Blue de Miles Davis y ser consciente que esta deliciosa expresión musical sigue muy viva con exponentes tan potentes como Kamashi Washington –necesitáis en vuestras vidas dejaros llevar por Fists of Fury y os sentiréis libres de verdad– o hacer del Autumn Leaves de Cannonball Adderley un himno diario, el trompetista de Oklahoma acabara convirtiéndose casi sin darme cuenta en mi pequeño fetiche por su voz. Curioso, ¿verdad? Pero dentro de todo ese amor que siento por la música, esa voz taciturna y suave de llanto contenido de Chet, reclamó sin miramientos una parcela grande de mí y no pude negarme y ceder ante tal exigencia sino al revés. Me dejé seducir ante la elegancia marchita del trompetista, de la Voz que siempre dejó entrever las rasgaduras de su sufrimiento como un Damien Rice de la época.
Pero no voy a contaros su vida, su auge o su caída a los infiernos. No voy a caer en el error de clichear a Baker con todos esos prototipos habidos y por haber del músico de jazz drogadicto que amaba obsesivamente la música y la vida se le iba escapando de las manos. No es necesario. Ni siquiera este cómic es, como bien dice en su introducción, un trozo biográfico del trompetista. No necesito hacer de Wikipedia, ni el cómic tampoco. Marco Di Grazia convierte este trocito de su vida en una fábula. En un cuento del que disfrutar y aprender y donde el protagonista deja de ser Chet, su trompeta o esos milagrosos cinco minutos al día para que sean sus consecuencias, inmortales como pocas, las que lleven en volandas la historia.

Cinco Minutos Dos Veces al Día es la anécdota de la destrucción, la salvación poética de un músico que invirtió demasiado tiempo en autodestruirse y toda su vida a una simple obsesión: la música. Una música delicada, portentosa. Un mensaje divino que compartió con toda la humanidad mientras la carne se iba descomponiendo en sí mismo. Lo que sucedió en Lucca es un resumen irónico y triste. Un mal chiste de un trompetista frustrado con la vida, quizá cansado de ella, y que nunca dejó de perseguir esa salvación de color azul. Más allá del virtuosismo de sus dedos y una voz que desbordaba melancolía y llanto estaba ese azul.
My Funny Valentine es de las mejores canciones que podréis disfrutar nunca y su versión estudiada marcando un ritmo esperanzador y pseudo alegre –al que nunca llegaré a acostumbrarme en él– de mi canción de jazz favorita por excelencia Autumn Leaves hacen de Chet la eterna reencarnación de la alevosía del sufrimiento, de la balada armónica que duele pero no puedes dejar de escuchar. Del James Dean del jazz. De la intensa pena y de contener las lágrimas mientras el viento se convierte en notas musicales cinco minutos dos veces al día y para toda la eternidad. Y esa sensación tiene forma de partitura celestial a lo largo del cómic.

Que el autor juegue con esa distracción de lo real y lo ficticio –siempre con los pies en el suelo– hace que queramos olvidarnos de lo que realmente sucedió. Que la crónica acabe en la detección de Chet y todo lo que sucedió durante esos meses de presidio, de esas notas musicales que recorrieron Lucca fueran ensoñaciones y deseos de sus habitantes. Que todo fuera pura fantasía entrelazada con la melancolía y que hasta los mismísimos guardas quedaran embelesados. Quizá si recordáis la magia de John Coffey y su inseparable amigo el señor Jingles, personajes de La Milla Verde, os podáis hacer una pequeña idea.
Debo admitir que en un primer vistazo al dibujo de Cristiano Soldatich no pude evitar torcer el gesto al pensar que quizá no captaría la eterna tristeza de Chet. Esa complicidad que siempre tenía con el suelo, esa mirada baja como pidiendo un eterno perdón, pero tengo que comerme mis primeras impresiones hasta la necesidad de disculparme ya que, el dibujo acaba siendo el esquema esencial del músico, de sus improvisados oyentes y de las personas que sin esperarlo formaron parte de la condena. Una sabia conjunción de grises melancólicos que se fusionan con el colorido presente del recuerdo y de esa esencia de cuento que menciono antes y que le hace sacudirse totalmente el tono autobiográfico que, quizá, le habría arrebatado la magia.

Como amante del jazz y, sobre todo, de Chet Baker consideraréis que no he sido para nada objetivo con este planteamiento del dúo italiano sobre un momento dramático emocionalmente del trompetista norteamericano, pero el simple e importante hecho de fabulizar la necesidad de creernos inmortales con la simple música ya habla por sí solo y no necesita para nada de mis palabras, ¿o es que no os habéis sentido mínimamente invencibles con el Eye of the Tiger de Survivor o capaces de hacer cualquier cosa con el Fame de Irene Cara? Nunca olvidéis que la música es el corazón más grande que bombea la vida en este mundo.
Ficha técnica
Título original | Cinque Minuti, Due Volte al Giorno |
Autores | Marco Di Grazia, Cristiano Soldatich |
Editorial | Shockdom España |
Fecha de publicación | Julio 2021 |
Muchas gracias por tu palabras (perdono por mi espanol)
Marco Di Grazia.
Gracias a vosotros por la historia 💙