Oleg

oleg foto de portada

Bienvenido a la que no es tu vida

Una de las cosas que más me llega a molestar de visitar el mercado de Sant Antoni en verano no es la dichosa mascarilla, tampoco el sofocante calor de Barcelona. Es sin lugar a dudas el sobaco sudado del tío que se espachurra contra ti para poder manosear los libros a los que tú has esperado pacientemente poder llegar, porque claro, espacio personal y tal. En fin, el recuerdo de hoy es de cuando no era necesaria la mascarilla y el único que comía murciélagos, o bichos que mejor se hubieran quedado lejos de una sopa, era Ozzy Osbourne.

Ese domingo en concreto lo recuerdo especialmente caluroso y altamente frustrante. Tuve que darme por vencido y resignarme a volver a casa con las manos vacías y la cartera llena, a pegarme una reconstituyente ducha de agua fría y a abrirme una cerveza, para que mis ojos se cruzaran con esa magnética, a la vez que chillona, portada de color rojo-anaranjado. Esa vez no pude evitar que se la llevaran a una casa que no era la mía, pero en ese mismo momento, quedó plantada en mí la semilla para lo que a día de hoy, en casa, se conoce como la Peeters-balda. Ese día hice mi tumba un poquito más profunda.

Cuando Astiberri anunció la publicación de la obra que hoy nos ocupa no pude evitar, entre medio de una excitación que pocos autores me despiertan, sentir cierto miedo. Y no me malinterpretéis, con Peeters voy con los ojos cerrados. Peeters es mi pastor, nada me falta. Pero volver a lo autobiográfico, a mi entender, es ponerlo demasiado fácil para que comparen Oleg con la titánica Píldoras Azules, y por ende, que fuera esta la primera obra de Peeters que no me llegaba al pedrusco ese que tengo aquí metido entre pecho y espalda. Por suerte, me equivoqué. Señores, tengo sentimientos, Peeters lo ha demostrado una vez más… aunque claro, también podría ser que me pusiera muy becerro eso de que alguien me abra una ventanita por la que poder husmear en su vida. Quién sabe.

Sea como fuere y entrando un poco en materia… o no, creo que no tiene mucho sentido que hablemos de Oleg, tampoco de su predecesora espiritual, Píldoras Azules, pues sería demasiado fácil caer en detalles que os romperían la magia de la obra. Así que me voy a limitar a hablaros de Frederik Peeters y de cómo este señor, con una naturalidad de lo más sorprendente nos abre las puertas a su vida, a esos hechos que, de alguna manera, han marcado su existencia para bien o para mal, de una forma tan cotidiana como enternecedora y que no puede hacer otra cosa que maravillarnos.

Da lo mismo que hablemos de la convivencia y el día a día con una persona portadora del virus del VIH o que hablemos de la rutina diaria de un dibujante de cómics y su familia. Peeters es un maestro en eso de darnos la mano y acompañarnos en este viaje tan íntimo y personal a aquello que para él es vital, sin que por ello nos sintamos intrusos en la vida de nadie.

Y ahí es donde radica el verdadero poder de Peeters, vale, puede que me haya pasado un par de pueblos. Lo que realmente hace de este autor ese uno entre un millón, es su forma de abordar temas complejos con una naturalidad y sencillez abrumadoras, mientras nos deleita con cantidades ingentes de tinta y una narrativa y ritmo excelentes, consiguiendo que devores las páginas sin apenas ser consciente de ello, que bailes a ritmo de esa preciosa melodía compuesta por sus virtuosas manos, que te zambullas en una historia que no es tuya como si lo fuera y que en ocasiones, cuando menos te lo esperes, te sorprendas a ti mismo aguantando la respiración contemplando una viñeta, como de bien seguro hacen sus personajes en según que situaciones (ejem, rinoceronte blanco, ejem).

Ya os estoy viendo venir cual populacho enfurecido, con antorchas y horcas en mano a por el probe Migué Frankenstein, con eso de que aquí habéis venido para que os hable de Oleg, así que nada, vamos a ello. Vistas ya las virtudes de Peeters como autor, sólo me quedaría apuntar que creo que la obra que hoy nos ocupa es todo eso llevado un pasito más allá, con eso no quiero decir que esta obra esté por encima de su predecesora, no. Lo que quiero decir es que todo lo que hacía grande a este autor está depurado y perfeccionado, no en balde han pasado unos 20 años entre obras.

Hasta aquí la turrita de hoy, no os voy a poner ejemplos concretos porque, como he dicho antes, podría desvelar imágenes que creo que son parte esencial de este viaje a la intimidad de Peeters y a la que no podría hacer otra cosa que desmerecer. Así que nada, como siempre digo, si dudas, no lo hagas, no creo que exista la posibilidad de que salga mal. Si por lo que sea eres uno de esos desalmados con el corazón más oscuro que el ojete de Sauron, y por tanto, ha salido mal, de verdad que lo siento, nos vemos al alba machete en boca para discutir sobre el asunto. Para el resto, si veis Peeters en la cabecera de un cómic, de cabeza (valga la redundancia), porque recordad: Peeters es mi pastor, nada me falta.

Ficha técnica

Título originalOleg
AutoresFrederik Peeters
EditorialAstiberri
Fecha de publicaciónAbril 2017

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *