Bajo la tediosa y cuidada fachada sólo eres un jodido animal
Esta vez vengo a hablaros de uno de esos cómics que descubres de pura casualidad, pero que decides no comprar y que, poco a poco y de manera puntual, vuelve a reaparecer en tu vida, en tu tienda, o cuando consultas el catálogo del previews mes a mes, hasta que al final no puedes seguir resistiéndote y lo acabas comprando. Una experiencia casi neomiconiana (permitidme el neologismo), que comenzó hará ya cosa de un año, al toparme con el primer número de That Texas Blood cuando estaba enfilando la salida de la tienda de cómics que frecuentaba en Manchester. Una portada más que llamativa, un número uno firmado y el jugoso precio de tres libras hicieron que, por lo menos, ese número uno sí se viniese conmigo a casa.
Además, el descubrimiento de este cómic desencadenó a su vez otros dos importantes descubrimientos, el primero saber que Jacob Phillips vivía a unos pocos kilómetros de mí en la ya mencionada ciudad británica y que, a unos pocos más, lo hacía su padre, nada más y nada menos que Sean Phillips, sin duda alguna uno de mis dibujantes de referencia. Pero, como digo, no fue hasta meses después, meses de ver cómo, número a número en el catálogo de previews, la serie avanzaba incesablemente hasta ser recopilada en un primer tomo, de ver cómo el tomo se estaba vendiendo como churros en Estados Unidos, hasta el punto en el que volvió a aparecer en los siguientes catálogos. Ese fue el momento en el que ya no pude resistir más la urgencia que me apremiaba a hacerme con That Texas Blood.

Quizá por el hecho de haber leído el primer número con casi un año de diferencia al resto de la historia, el contraste de lo que esperaba encontrarme en esta obra y lo que realmente me encontré fue todo un shock. Pero he de decir que no toda la culpa de esto es mía, pues, en un primer número completamente arrollador, se nos presenta la no-tan-tranquila vida del viejo Sheriff Joe Bob Coates del Condado de Ambrose, en lo más profundo de Texas. Uno de esos números vende tomos, en los que se nos muestra el típico pueblo en el que sólo este hombre, al que comienzan a pesarle los años, puede mantener el orden. Pero como digo, tras esto la serie pega un vuelco completo para centrarse en un recién llegado al pueblo, o mejor dicho, un recién regresado. Ya que, al enterarse de la muerte de su hermano, Randy Terril deberá volver al Condado de Ambrose y enfrentarse a una vida que se había esforzado por dejar atrás.
Aunque bien mirado, el planteamiento no dista tanto del que teníamos en el primer número. Tan solo cambia el protagonista, así como la forma de ver el escenario en que se desarrolla. Pues en el fondo, este primer arco argumental no deja de ser una historia sobre la naturaleza humana, sobre discernir entre el bien y el mal, en un contexto de venganzas familiares y ajustes de cuentas al más puro estilo texano. Por daros una referencia es una obra con un inconfundible sabor a los Coen más intensos, más dramáticos, sin escatimar en escenas explícitamente violentas. Pero en el fondo no es más que una de esas historias en las que el protagonista se muere por dejar su pasado enterrado, pero que, de una retorcida forma u otra, siempre acaba persiguiéndole, mostrándole su verdadera naturaleza a la que siempre ha temido enfrentarse.

Más allá de lo que aporta la historia en sí, este cómic también nos demuestra que ha llegado una nueva y prometedora generación de creadores que ya a día de hoy tiene muy poco que envidiarle a la que le precede. Casi sería negligente obviar que una de las principales fuentes de inspiración para Chris Condon y Jacob Phillips ha sido la bibliografía de la pareja creativa formada por Ed Brubaker y Sean Phillips. Y es que los parecidos de That Texas Blood con las obras del dúo dinámico del cómic noir van mucho más allá de la innegable semejanza entre el dibujo de Jacob Phillips y el de su padre. Es precisamente en el tono narrativo, en el uso de esos textos de apoyo tan contundentes que nos introducen de lleno en la psique de personajes torturados hasta el punto de hacernos empatizar con los atroces motivos que les llevan a actuar, es esa voz en off de un narrador qué juzga los actos que se nos presentan como lectores y que siempre encuentra la forma de, literariamente, transmitirnos una sensación aún más macabra si cabe de aquello que estamos viendo, lo que más me recuerda al trabajo de Brubaker en obras como Kill or be killed.
Pero también en la resolución de la trama, pues en este primer tomo se nos da cierre a la historia de Randy Terril (indicando que probablemente nos encontremos ante una serie episódica o antológica en lugar de una obra más estática o cerrada), se respira ese aire a los Coen. Se nota especialmente cuando ves cómo se van torciendo las cosas, demostrándote que estabas completamente equivocado cuando creías entender qué era el bien y qué era el mal. Aunque también he de admitir que, en algún que otro momento, a la historia se le ven un poco las costuras, se nota que Condon es un escritor novel. No porque la historia sea mala o poco interesante, sino más bien por el ritmo tan inconstante, y la gran diferencia entre los momentos de acción y esos pasajes puramente narrativos, que es donde más se luce, y toda la parte de contextualización en la que, a veces, da la sensación de que la obra avanza a trompicones.

El parecido artístico entre Jacob y Sean Phillips que comentaba antes es una asociación natural, no sólo por el nombre que comparten, sino porque está claro que Jacob Phillips ha crecido (además literalmente) como artista rodeado del trabajo de su padre, y de la evolución que este ha ido sufriendo, volcando su carrera en los últimos años a hacer este tipo de historias. Lo que nos deja con un dibujante que, en cierta manera, tiene un arte bastante más limpio y más pulido, no se entretiene con florituras, en cada viñeta te da lo que te tiene que dar para que funcione. Y además lo hace con una naturalidad, simplicidad y una facilidad para la narración que resultan pasmosas. Y tanto en ello, como en la forma de dibujar ciertos rostros o expresiones en los personajes, está claro que de tal palo tal astilla. Por otro lado está su labor de colorista, que ya le hemos visto en obras de, precisamente, Brubaker y Phillips padre, como Mis Héroes Siempre Han Sido Yonkis, y que aquí realiza de una forma impecable. Quizá más simple y más rápida que en la otra obra de la que os hablaba, pero que se adapta perfectamente al tono que tiene esa obra. Transmitiéndonos ese espesor del árido aire texano.
En definitiva, That Texas Blood es una lectura casi obligatoria para los amantes del thriller rural ambientado en el oeste americano; para quienes, como yo, tienen en el calendario apuntadas las fechas de lanzamiento de las próximas obras de Ed Brubaker y Sean Phillips; pero también para quienes disfrutan de los relatos que, en un tono muy violento y muy directo, plantean cuestiones sobre la naturaleza humana o el sentido de la justicia.
Ficha técnica
Título original | That Texas Blood |
Autores | Chris Condon, Jacob Phillips |
Editorial | Image Comics |
Fecha de publicación | Enero 2021 |