Sí, pero no. No, pero… ¡vaya gosadera!
Acompañadme en esta triste historia donde este humilde lector – que sigue descubriendo las maravillas abruptamente unchained del manga, y por el sensei Miura que esta sensación dure mucho tiempo – decidió darle voz a un influencer barra youtuber de todos los que copan las redes sociales y a los que normalmente no suelo hacer caso – excepto a mi compañero Frank, porque sabe contagiar ese amor por el manga y el anime como pocos – y consiguió venderme fácilmente este manga del que os hablo con certeras afirmaciones e impresiones personales que se reflejaban claramente en mis propios gustos. Así llegó Jigokuraku a mis estanterías y, sorpendentemente, me gustó más aún cómo arrancó.
Y dije triste historia porque, aunque no tenga nada que ver, tengo la santa manía, casi enfermiza, de que, si en una historia hay peleas como denominador común, aparece la figura de Guts, Griffith, Casca y todo el elenco de ese manga-santo-grial-leedlo-ya que es Berserk –nunca hagáis eso, no comparéis nada con Berserk –. Aunque había disfrutado un segundo tomo, empecé a notar cierto lastre narrativo que sabía que podía costarme la diversión que me entregó en bandeja el primero con bastantes referencias a otros mangas y que acaban siendo la piedra angular para disfrutar mucho una lectura. No solo la calidad de la misma, sino que sirve también de escaparate luminoso para rememorar buenos recuerdos – o malos si tienes mala suerte – allende los años.

Y es que la obra de Yuuji Kaku podía presumir de no ser larga – trece tomos de nada –, lo que a priori podría significar tener concentrado, en cierto modo, una historia frenética o con un ritmo sólido y digno dado el número de páginas y que no acabara teniendo muchos tomos de transición, texto excesivo y/o explicativo o, en el peor de los casos, repetitivo donde los protagonistas acaban haciéndote un resumen de la trama como si fueses un alumno de preescolar intentando descifrar Los Invisibles de Grant Morrison. Fuck, la cosa empezaba a tornarse gris oscuro aún disfrutando de la historia, los personajes y el contexto, precisamente, por todo lo que pensé que podría pasar.
Porque a ver, Jigokuraku tiene todos los ingredientes para ser un shōnen muy disfrutón. Tremendamente disfrutón, diría yo, porque acaba abrazando clásicos superventas y para todos los públicos como la diversidad de personajes interesantes y de diferentes formas de ser como Bleach o las técnicas ninja y malabarismos orientales mortíferos de Naruto pasando por la camaradería de la que presume One Piece. Yuuji Kaku no esconde sus referencias y, personalmente, las usa en su beneficio porque, lo dejo claro una vez más, este manga pese a los pasos atrás que da de forma clara, me ha gustado mucho. Incluso aprobaría, no con mala nota, esa comparativa con Berserk dado que en general el manga va de menos a mucho más casi en tiempo récord.

Es como si el autor pisara el acelerador una vez se revelan las intenciones maquiavélicas y diabólicas de un villano que, no preguntéis porqué, me recuerda al mismísimo Sōsuke Aizen de la mencionada obra de Tite Kubo y, con ello, nos llevara en una vorágine violenta en plena era Tokugawa entre ninjas de la Villa de la Piedra, los samuráis ejecutores del Shogunato del clan Yamada Asaemon y convictos ultraviolentos donde veremos un cruce de moralidades estrictamente enfermizas, decisiones inusuales y una cantidad de vínculos y emociones que evolucionan muy bien – acaban dando más sentido a la trama y, más concretamente, a dos de sus personajes – pese a ser la violencia el motor principal de la misma.
Y ese increscendo de calidad se refleja inequívocamente en un buen dibujo donde igual hay trazos que tiran más al abocetado que en grandes viñetas donde los personajes, al más puro estilo Dragon Ball, gritando y apretando músculos, crean huracanes de ki que ya le gustaría a Goku en plena transformación supersaiyan. Un dibujo que acaba empujándote dentro de la historia como una patada espartana que acaba siendo difícil no abrir la boca viendo técnicas con espada imposibles o usos del fuego y el pelo que desafían las leyes físicas y humanas. Acaba tan bien que ha conseguido provocar en mí retazos de arrepentimiento tras vender los cinco primeros tomos en Wallapop. Sigh, ya os dije que era una historia triste.

Jigokuraku empieza bien y aunque se regocija demasiado en la autoexplicación dentro de una trama interesante, consigue estancarse peligrosamente pero que explota sorpresivamente tanto en ritmo como en acción convertido en un shōnen interesante, atractivo y que me ha hecho disfrutar al más puro estilo de Kengan Ashura donde las técnicas de lucha más variopintas se dan lugar en una isla tan paradisiaca y exótica como terrorífica e imposible a todos los niveles humanos posibles.
Ficha técnica
Título original | Jigokuraku 地獄楽 |
Autores | Yuuji Kaku |
Editorial | Norma Editorial |
Fecha de publicación | Junio 2020 |