Un poco de té no hace daño a nadie
El final del curso escolar y el inminente comienzo del verano ha supuesto a lo largo de los años una enorme fuente de inspiración de historias que permanecen en nuestra mente colmena como un género propio. Como algo que necesitamos (justo ahora que estamos en pleno verano), pero también como algo nuestro, personal, ¿quién no tiene recuerdos de veranos interminables, de amigos que sólo veías en la playa o de noches calurosas mientras veíais dibujos animados? ¿O de ese destartalado coche familiar lleno de maletas y bártulos que acababa siendo presa de interminables caravanas? Tendemos a tener un amor incondicional y nostálgico por los veranos de nuestra niñez y, como se suele decir, “de aquellos polvos, estos lodos”. Todas esas idílicas memorias siguen vivas en historias como ésta que, gracias a las inagotables y mágicas posibilidades de la literatura, van más allá de nuestras peripecias.
Admito que no es lo que esperaba. Y admito que me alegro por ello. Me alegro enormemente de seguir sorprendiéndome, sobre todo en géneros que creía controlar y disfrutar (y sigo disfrutando pese a las sorpresas venidas y por venir, ojo). El Mago de Oz, Dentro del Laberinto, Exploradores… la lista de películas de aventuras, mundos fantásticos y de amigos inseparables en bicicleta bajo el caluroso sol de verano han ido recorriendo mi cabeza durante la lectura y pese a lo que ya esperaba, me ha sorprendido por muchísimas cosas más. Quizá sea por el extenso lore que nos presenta o posiblemente por esa oda al té. ¡O quizá sea por todo!

Pero en ese afán de minuciosidad, Campbell Whyte ahonda más si cabe en la aventura pura y dura, en ese recorrido “goonesco” y de espíritu Spielberg, y desglosa con tono serio el universo descubierto por nuestros protagonistas. El autor saca a relucir sus enormes facultades convirtiendo el cómic en un libro de partituras, una enciclopedia, un diario, ¡un videojuego! Y no contento con ello lo integra de forma que sintamos que tenemos en las manos un mapa del tesoro de valor incalculable. Te hace partícipe de la vida como una fábula y acabas sintiéndote como el adorable Totò en Cinema Paradiso.
Pero pese al esfuerzo de tener ese atractivo escaparate retro-ochentero de manual y de las declaradas influencias, el autor australiano se desprende de lo idílico en pequeñas dosis para que empecemos a sospechar cuanto más avanza la aventura. Para que giremos la cabeza y miremos hacia atrás entornando los ojos por si acaso. Un muy velado malrrollismo (o al menos a mí me lo ha transmitido) que convierte esta aventura en la tierra de los duraznos en algo más. Quizá más serio, más adulto pero sin serlo del todo. Es como si los Goonies cambiaran de escenario y se colara Stephen King para convertirlos en Wil Wheaton, River Phoenix, Corey Feldman y Jerry O’Connell en Cuenta Conmigo pero alejada de la novela de William Golding El Señor de las Moscas.

Y es verdad, y ahí estoy de acuerdo con la mayoría de opiniones, que todo se cuece a fuego lento. A un ritmo muy, muy pausado que se disimula en gran parte por la riqueza del propio cómic. Ser consciente de ello es bueno y en esta historia más si cabe. Ya no solo saberlo sino que si no existiera esa relajada narración, creo, no se disfrutaría igual. Hay que abogar por sosegar esta endemoniada vorágine del ya y el ahora (y hablo de la vida en general) para aprender a disfrutar, a paladear. Y aunque está mal que yo lo diga: seamos más tortugas y menos liebres, por favor.
¡Y ahora llega lo bueno! Porque hablar del dibujo de Campbell Whyte es hablar de EL DIBUJO. Desde un tenue Jason Stokoe o una narradora revienta-viñetas como Emil Ferris pasando por un dibujante undergroundcaricaturesco rebozado en la época dorada de Cartoon Network o bocetos a lápiz llenos de detalles. Y es que me necesitaría varios párrafos más para describir el despliegue visual que arroja Whyte en cada tramo de la historia creando mini capítulos y dándoles una vida extra más allá que la de formar ordenadamente una sucesión gradual hasta llegar al final de la historia. El autor te muestra una colección de estilos que ni por asomo están al azar y que te deja con ganas de más. Mucho más.

Esta primera parte de Home Time es un cóctel nostálgico sin miramientos donde el autor australiano escupe todos sus placeres y consigue una historia de multi-mega-influencias –y a la vez muy influenciables– con un toque tan personal y diferente que a veces da miedo. Pueden ser miles de historias ya contadas –que lo son– y, me atrevo a decir sin miedo a equivocarme, con cierto prisma retorcido en el ambiente que da gusto leer.
¡Ah, se me olvidaba! Si queréis que las aventuras de Lilly, David, Nathan, Amanda, Ben y Laurence en la tierra de los duraznos continúen, hay un Verkami activo con su segunda parte que os necesita.
Ficha técnica
Título original | Home Time |
Autores | Campbell Whyte |
Editorial | The RocketMan Project (ahora Cósmica Editorial) |
Fecha de publicación | Mayo 2021 |