El dulce e inquietante descenso al infierno personal de Simon Hanselmann
¿Alguna vez habéis intentado ver una sitcom sin esas risotadas que suenan cada vez que alguno de los protagonistas en pantalla suelta alguna tontería?
Id dándole vueltas, pero antes, empecemos por el principio. Cómo leches he llegado yo aquí. Hoy no va a haber grandes títulos del mundo del jazz, ni siquiera voy a nombrar a aquellos que conforman mi particular panteón de dioses. Hoy toca hablar de cómo la casualidad, el morbo y los consejos de un librero acabaron conmigo a los brazos o mejor dicho, las garras, de Megg, Mogg y Búho.

Todo empieza con un intento de alejarme de forma más o menos progresiva de lo que se entiende como las Big Two. En un momento dado, en mi periplo por el mundo del indie norteamericano, el asunto se me fue de las manos y caí de lleno en el regazo de un señor de Chicago, cuya mente a día de hoy me sigue fascinando a la vez que inquietando, y su Como un Guante de Seda Forjado en Hierro. Os parecerá una soberana tontería pero, toda esa gente que iba a visitar a esa suerte de Zoltar de carne y hueso en el baño de ese cine porno, después de pajearse hasta haber terminado los créditos… ¿se lavaba las manos? Esa y otras cuestiones son las que consiguen que esa obra siga grabada a fuego en mi mente. Gracias Adrià por abrirme las puertas al maravilloso mundo del underground.
Mi mente virginal en ese momento sufrió un duro revés y, desde entonces, no he hecho más que navegar por aguas profundas y plagadas de historias tan fascinantes como turbias, sacadas de mentes de individuos a los que sólo soy capaz de describir como genios del medio, mentes sin las ataduras del cómic mainstream, libres y felices, como las gallinas esas que ponen los huevos ecológicos que cuestan un riñón en el súper. Es ahí, en las aguas profundas y negras, donde un librero que me tiene muy cogida la talla un día me recomendó un tomo autoconclusivo de un tal Simon Hanselmann llamado Hail Satan. Tomo que me atrapó con su lisérgica portada y acabó partiéndome en dos con su sencilla pero demoledora historia. Es en este punto donde donde caí presa de los desvaríos del autor y, en definitiva, cómo llegué a lo que nos ocupa hoy.

Hechizo Total es ese rito iniciático al universo deprimente y con constante necesidad de ese chute extra, salido de la mente de Hanselmann. Es donde empiezan las aventuras, o mejor dicho desventuras, de este trío protagonista de la sitcom más inquietante a la vez que adictiva que he podido echarme en cara en mucho tiempo.
Llegados a este punto, me gustaría volver a la pregunta que lanzaba al principio de este texto. ¿Qué pasaría si cada vez que en nuestra sitcom favorita, cada vez que alguien hiciera un chiste o un comentario jocoso no sonara nada? La respuesta es bien simple, no nos haría ni puta gracia. Aquí es donde la neurona empezará a chisporrotear y van a empezar las dudas sobre si realmente esto ha sido una buena idea. Pues bien, dejad que las disipe un poco. Uno de los puntos fuerte de la obra es la capacidad de hacernos, no sólo empatizar y sentir cierta pena o compasión por tamaños despojos sociales, sino que consigue que nos divirtamos de una forma de lo más culpable, arrancando en nosotros de una forma totalmente inconsciente carcajadas con situaciones de lo más jodidas y bizarras, especial mención a Werewolf Jones, empeñado en ponernos a prueba de formas cada vez más imaginativas. Todo acompañado de un dibujo infantil y simpático, con una paleta colores suaves y agradables a la vista que le va como anillo al dedo y que ayuda sorprendentemente a tragar y lidiar con según qué situaciones.
Por ponerle una “pega” a este prodigio del cómic underground, os escribo desde la reciente relectura, deciros que Hechizo Total recopila las 36 primera historias de Megg, Mogg y Búho, con un carácter autoconclusivo y sin relación aparente entre ellas más que el hecho de compartir protagonistas y escenarios, lo que en según qué ocasiones, puede jugar en su contra. Por lo que mi recomendación personal es que se consuma con cierta responsabilidad y moderación, intentando saborear cada referencia y momento que nos brinde Hanselmann.

Para ir ya cerrando, más allá de mis románticos desvaríos con la portada de las obras y mi morbosa predisposición a ser arrastrado a esta espiral de conformismo, autodestrucción y vicio a la que están sumidos los protagonistas de la historia, creo que es muy necesario mencionar el titánico ejercicio de exorcismo hecho por el autor consigo mismo, que se acaba materializando en una obra cruda y muy personal, con una capacidad abrumadora de arrastrarnos a una montaña rusa de emociones sin términos medios y que claramente no es apta para todo el mundo. Si por algún casual tú eres de esos a los que les ha picado la curiosidad y has llegado aquí, y lo estás gozando fuerte, permite que te felicite y te de la bienvenida. Si por contra, eres de esos a los que les picó la curiosidad pero te resistes a entrar al trapo, hazme caso, relájate y respira hondo, deja que Hanselmann te lleve por donde quiera, dale otra oportunidad. El viaje valdrá la pena.
Ficha técnica
Título original | Megg, Mogg & Owl #1- 36 |
Autores | Simon Hanselmann |
Editorial | Fulgencio Pimentel |
Fecha de publicación | Abril 2014 |