Nadie puede oírte gritar en el espacio
Por lo general no soy nada fan de los productos derivados de otros medios, tanto si provienen del mundo de la literatura como del cine o incluso de los videojuegos. Casi siempre me transmiten una sensación de engaño, de que realmente no hay una idea o un material que necesite ser contado en forma de cómic, sino meramente una franquicia que explotar económicamente. El cómic como producto de merchandising. Y precisamente Dark Horse, la editorial que nos ocupa en esta reseña, lleva muchos años viviendo de las rentas de este tipo de productos. Pues fuera de la producción de Mignola, sus cómics más vendidos siempre vienen de las licencias del último videojuego de CD Projekt Red o, hasta hace bien poco cuando Marvel recuperó los derechos, de películas de culto como Alien.
El caso es que tampoco soy especialmente fan de Alien. Sí, la película original de Ridley Scott me parece una obra maestra del cine, como a cualquiera que la haya visto supongo. Pero mi afición por la saga no pasa de ahí. Sí, el bicho que diseñó H. G. Giger hace ya más de cuarenta años es en sí una obra de arte, como lo es toda esa estética cyberpunk ochentena por la que siento una peculiar debilidad. Pero aun con todo, no parece suficiente como para justificar que, en contra de mis propios prejuicios, me entren ganas de leer un cómic subproducto de una película, por muy de culto que sea. ¿Entonces, qué hago metiéndome en un pozo como este?

Sin duda alguna, el punto de inflexión en todo esto es el artista británico James Stokoe, cuyas páginas en El Caballero Luna de Jeff Lemire, aunque escasas, fueron suficientes como para que le jurase amor eterno. En esa otra obra le teníamos dibujando una de las muchas ramificaciones de la personalidad de Marc Spector, en concreto la que convertía al Caballero Luna en un guerrero espacial enfrentado a una raza extraterrestre de hombres lobo. Y es precisamente en este sinsentido donde descubrí el potencial que tiene Stokoe para el género ci-fi y el cyberpunk, con ese dibujo (y color) tan detallado, ese horror vaccui y esa necesidad por rellenar cada milímetro en blanco de la página. Por lo que al ver que había un cómic de Alien dibujado por alguien que ha nacido para dibujar un cómic de Alien, no pude dejarlo escapar.
Hace ya un tiempo, en el enésimo revisionado de Alien El Octavo Pasajero que hice con mi novia, comprendí que el terror no es sino un reflejo de uno mismo, pues cada uno teme por una cosa distinta. El terror sirve para volcar uno de los sentimientos más profundos y personales que una persona puede sentir: el miedo. Que Alien sea indiscutiblemente una obra maestra de este género quizá se deba a cómo es capaz de apelar a los miedos más profundos y secretos de muchas personas distintas. A mí no me da miedo el bicho, no me da miedo la traición de uno de los tripulantes o el abandono, la soledad. A mí personalmente lo que me da miedo es la claustrofóbica sensación de sentirte emparedado en medio de la vacía inmensidad del universo. Alien consigue meterme en esa tensión, haciendo que ese aspecto concreto de mi subconsciente, de mis terrores, salga a flote cuando veo la película. Y aunque el impacto no sea el mismo que la primera vez, no consigo quitarme del todo esa sensación de angustia y presión en el pecho cada vez que llega la escena en la que Dallas tiene que perseguir al Alien por los conductos de ventilación.

Y esto es algo que, en Órbita Muerta, Stokoe ha sabido plasmar perfectamente. De una forma no muy rompedora, y sí, quizá demasiado reminiscente de la película original, pero siendo capaz de aportar un par de detalles narrativos interesantes. Sin ir más lejos, el fraccionar la historia en dos tiempos, contándonos por un lado lo que pasó en el primer ataque de los Aliens a la estación espacial Sphacteria, y por otro lo que le acontece posteriormente a uno de los supervivientes, atrapado a solas en esa inmensa estación espacial (ahora entendéis porque os he soltado todo ese rollo) con los Aliens, consigue generarte el suficiente interés como para no despegar la vista del cómic ni por un segundo.
Pero si algo logra de verdad esta sensación es ese arte tan detallista del británico, que es aun más espectacular en las terroríficamente extensas páginas de narración puramente visual, sin ningún tipo de texto. Y es que, aunque la historia esconde un par de giros más que os dejo que descubráis por vosotros mismos, la balanza se inclina claramente a favor del apartado gráfico. Es el dibujo y color de Stokoe lo que verdaderamente consigue generar esa sensación claustrofóbica, esa sensación de que por mucho que te escondas no tienes a donde huir. La impotencia de saber que te enfrentas a un ser que es superior a ti en tantos sentidos que ni siquiera eres capaz de procesarlo. Pero al mismo tiempo eso es lo que te impulsa a darlo todo por sobrevivir, por más que la oscura inmensidad del espacio no deje de cernirse sobre ti. Estás solo en el infinito universo, pero no tienes a dónde ir, no hay escapatoria.
A poco que seáis fans de Alien o del género de terror, este Aliens Órbita Muerta es una lectura que merece mucho la pena. O incluso si no lo sois, basta con que disfrutéis del estilo de dibujo de Stokoe, porque al igual que Daniel Warren Johnson, es uno de esos autores cuyo afán por el detalle y facilidad para la narración muda lo hacen idóneo para escribir una historia de terror en un ambiente de ciencia ficción como el de Alien.
– Originalmente publicada en Zona Zhero –
Ficha técnica
Título original | Aliens Dead Orbit |
Autores | James Stokoe |
Editorial | Norma Editorial |
Fecha de publicación | Julio 2019 |