De cero a héroe en un pispás
Que pereza me dan los clásicos. Me da igual que sean los de verdad, esos de antes de que un servidor se quejara por primera vez al haber sido arrastrado a este mundo, esos que huelen a cuatricromía y papel poroso, o esos a los que se llama clásicos modernos. ¡Qué pereza!
Veréis, hace como chorrocientos años, tenía un colega (remarco lo de tenía) que era aficionado al cine clásico; con clásico me refiero a ese cine de antes del 1930, puede que fuera 1950, pero para el caso, ya me entendéis. El tema es que si no hay más columnas que sostengan el frontón del Partenón de la Acrópolis de Atenas, es por que las llevaba el susodicho metidos por el recto, una detrás de otra. Pero mi yo del pasado no sabía de tan hercúlea hazaña, no, mi yo del pasado aceptó una tarde tonta de invierno quedar para ver una película que, según él, me iba a encantar. Ese fue mi primer encontronazo con Metrópolis (1927, je.) de Fritz Lang y adivinad qué, no me gustó. A mi yo de 13 años lo que le interesaban eran los robots (supongo que por ahí iba eso de “te va a encantar”), los kaijus y porque no existían aún los tornados rellenos de tiburones, ni los híbridos entre piraña y anaconda, que sino, también.

Lo que sucedió a ese desafortunado evento fue un braseo que duró semanas sobre mi escaso gusto por el cine y lo tanto que me quedaba por aprender. Desde entonces, cuando me toca enfrentarme a algo con la etiqueta de “clásico” me invade una pereza tremenda.
Los que ya me vais cogiendo el tranquillo diréis, “sí, claro Marc, seguro que lo que pueda llegarte a decir este o aquel, te importa mucho…”, y llevais toda la razón del multiverso, me la trae muy, pero que muy floja. Lo que no me la trae tan floja, es el esfuerzo requerido para apagar esa voz. Eso me molesta, eso me da pereza.
Y es por esto que, al decidir empezar a leer Mage, obra de la que sólo he oído buenas cosas, que Planeta ha tenido el bien de reeditar y a la que no me pude resistir lanzar los bolívares, casi decido abortar la misión. Me invadió un tremendo estupor provocado por el “¿Y si no me gusta? A todo quisqui le gusta y seguro que habrá twitter bros que vendrán a decirme que no tienes ni idea de comicsis y van a darme tremenda y soporífera masterclass sobre el noveno arte y por qué ellos saben mucho y yo nada de nada, bla, bla, bla”.
¡Spoiler alert! Me gustó.

Mage es sin duda una obra curiosa. Si bien de buenas a primeras puede no resultar todo lo atractiva que uno espera, consigue atraparte y llevarte por donde le da la gana, haciendo que aquello que te impedía disfrutar en un principio, se vaya desdibujando a medida que pasan las páginas, perdiendo fuerza en pos del disfrute y las ganas de hinchar a hostias al bueno de Kevin, el protagonista.
Pero como dijo el amigo Jack, vamos por partes.
Empecemos por el color. Creo que es lo que peor he llevado a lo largo de todo el tomo.
Nada más abrir, me vi transportado a esa tierna infancia en la que Word95 era una novedad y existía una herramienta llamada WordArt. Para los jóvenes de la sala, se usaba para crear títulos, a cada cual más horrendo e infecto, con todo tipo de efectos y colores sin ningún tipo de límite para el mal gusto. Mi favorito, todo sea dicho, era ese que iba de azul a marrón, pasando por blanco. Suerte que he madurado y ahora no me quitan del negro sobre blanco.
Lo que quiero deciros con todo esto es que a mi parecer el recoloreado le sienta fatal; se siente demasiado digital para algo que realmente fue hecho antes de que los ordenadores fueran algo común en los hogares. Suerte que alguien por ahí tuvo a bien el instarme a darle una oportunidad bajo la promesa de que el asunto mejora, que es cosa de este primer arco. Hay esperanza.
Lo siguiente en la lista de cosas que no han acabado de gustarme es el dibujo. Semejante irregularidad en el trazo y en el acabado para mi va asociada a un baile de dibujantes desmesurado, pero desafortunadamente aquí no es el caso. El Sr Wagner se lo guisa y él mismo se lo come. Lo cual me da un poco que pensar. Pero como dije anteriormente con el color, bajo la promesa de mejoría, estoy dispuesto a dar el beneficio de la duda al autor. Si fui capaz de soportar el terrible baile de dibujantes de The Sandman, no voy a poder con esto? Je.

A estas alturas de la película, estoy convencido que habéis escuchado ya todo lo bueno que tiene esta obra, así que poco o nada puedo añadir sobre las muchas virtudes este “de cero a héroe”, que dirían las musas, protagonizado por Kevin Matchstick, aka el Pendragón, y su carismático a la par que singular grupo de caballeros de la mesa cuad… que diga, redonda. Pero sin mesa… y bueno tampoco armaduras, ni siquiera espadas, aunque esto se ve sustituido en cierta manera por esos característicos bates de luz, lo que a mi parecer, es hasta mejor.
Lo que sí puedo hacer, es animar a vuestras almas aventureras a darle una oportunidad a Mage. A dejar los miedos y los prejuicios y darle un buen tiento a la obra, os insto a no ser cómo yo y dejaros de chorradas y miedos. No sólo con esta obra sino con todo. Dejad que hablen los que tanto saben, lo que importa al final del día es lo que a vosotros os haya parecido y lo gozoso, o no, que os haya resultado el viaje. Y sobre todo, que tengáis claro que la única constante universal en el mundo del cómic tiene que ver con el mago de Northampton.
Para ir cerrando ya, y a modo de resumen, deciros que pesan más las virtudes que los defectos de la obra. Así que si por algún casual os pica ni que sea un poco la curiosidad, no lo dudéis, una visita a vuestro dealer cultural nunca está de más, seguro que os lo agradecerá.
Ficha técnica
Título original | Mage: The Hero Discovered #1-15 |
Autores | Matt Wagner |
Editorial | Planeta Cómic |
Fecha de publicación | Abril 2022 |