Bendito cómic en la calle, bendita familia Invencible
La pandemia nos ha quitado muchas cosas. Tantas que hemos perdido la cuenta pero poco a poco estamos viendo –o eso quiero pensar– el final de túnel y esta nueva normalidad empieza a tomar cierto cariz normal, valga la redundancia. Igual que nos quitó, ahora estamos comenzando a recuperar piezas del puzle de una vida que se nos antoja demasiado lejana para haberse roto en mil pedazos hace poco más de un año. Y ahí, como un soplo de aire fresco entra en escena la IX Edición del Festival del Cómic Europeo de Úbeda. Marco incomparable y Patrimonio de la Humanidad de callejuelas color tierra donde todos los caminos llevan al mar. A ese mar de olivos que abraza a la ciudad, y en uno de sus preciosos y silenciosos miradores disfruté junto a mis compañeros, Marc y Adrià Juberó, de uno de los mejores ratos del fin de semana. Buena música y arte en estado puro.
La Plaza de Andalucía fue la elegida para que todos los invitados, asistentes y curiosos se dieran cita entre stands con obras de diferentes artistas, su correspondiente merchandising, alguna que otra figura pero, sobre todo, muchísimo cómic. Después de la ingente y lógica cancelación de todos los eventos culturales por todo el territorio, la fascinación de este humilde lector y de todos mis compañeros al ver las ganas de todos y cada uno de los involucrados, nos envolvió de tal forma que solo sería comparable a que Neil Gaiman te susurrara un cuento al oído. El mimo y la preocupación de la organización funcionó como un reloj suizo y, aunque es inevitable que los horarios se flexibilizaran, todo salió a pedir de boca.

Empecemos por el principio, desde que fuimos llegando desde diferentes rincones de España (porque el Invencible nace donde le da la gana) ya pudimos ver una ciudad volcada por completo con el noveno arte, con todo tipo de negocios locales decorados con cómics y figuras de muchos de nuestros personajes favoritos en sus escaparates. Todo ello mientras nos encaminamos al pistoletazo de salida, una presentación apabullante y directa del cómic Amelia: Historia de una Lucha, en donde su protagonista, Amelia Tiganus, nos dejó muy claro, a golpe de personalidad, de lo que es capaz la explotación sexual. Cómic necesario que no dudéis en leer. Esto pintaba muy bien y acabó pintando mejor.
Menos es más debería ser el legado a heredar en una sociedad que ya no ve con buenos ojos la masiva aglomeración de gente en recintos cerrados y que ahora tiene en bandeja de plata hacer de la calle la mejor historia posible en viñetas. Acercar al pueblo una cultura que parece que estamos perdiendo en pos de las nuevas tecnologías cuando deberían estar unidas. Cómics en las aceras, autores por las calles, desayunos entre amigos y cervezas nocturnas con charlas sobre guiones, dibujantes, proyectos o lo que se tercie al abrir la enésima botella. Esto es lo que nos encontramos en Úbeda y seguramente encontraréis el próximo año y el siguiente y, no tengo duda alguna, todos los que les sigan.

Podría hablar de la cantidad de horas y cervezas que hemos compartido mis compañeros y yo. De la de chorradas escupidas a carcajada limpia mientras los botellines se iban apilando, recopilando momentos. De abrazar como si no hubiera un mañana (medidas de seguridad, lo siento, pero soy humano y lo necesitaba) a los que veía por primera vez y ¡qué coño! a todos, aunque los hubiera visto antes de ayer. De sentirnos profesionales a todas luces mientras organizábamos las entrevistas de los autores invitados con más ganas que nunca. Vivir un sábado frenético lleno de nervios y descubrir a una organización que ha luchado por afianzar –y conseguirlo con creces– un certamen necesario, cercano siendo un espejo donde mirarse. Conocer a un titán del medio como Jesús Merino y descubrir, no solo la sabiduría y experiencia que atesora este dibujante en sus más de veinte años trabajando en el cómic, sino esa cercanía con la que nos enamoró.
Volver a charlar con El Torres, un autor al que le profeso total devoción y que, aunque es sinónimo de terror, también lo es de amabilidad y predisposición a bromear cuando menos te lo esperas. O de disfrutar de un intento de entrevista llena de contratiempos que ni un sketch de Benny Hill o los Monty Phyton, oiga, y que al final ese “intento de” con Tirso Cons fuese memorable, nuevamente con cerveza de por medio y con la sensación de haber descubierto a un gran artista y mejor persona. Cosa que nos pasó con Eve Mae que nos supo contar con pelos y señales –gracias por soportarnos y por repetir– el camino que le llevó a donde está ahora. Fue muy inspirador.

Y siento –la verdad es que no– si esta crónica, artículo o como queráis llamarlo sea de todo menos eso, pero yo no fui a Úbeda por tener cómics firmados, ni para presumir de podcast o de haber recibido una invitación oficial por primera vez por algo que nosotros hacemos de corazón por amor a esto. Yo, y desde hace ya varios años, voy a eventos porque es donde veo a mi familia. Donde hablo con ellos. Donde bebo con ellos. Lo que sea pero con ellos así que tengo que agradecer a los organizadores el extrapolar todo esa pasión que siento por el cómic y por la gente que lo hace grande –Torres, te quiero, no me había olvidado de ti– a un encuentro que se desmarca de manufacturas industriales y de colas kilométricas a la caza de la próxima firma. Si hay un ejemplo que hay que seguir en esta nueva normalidad con nuevas formas de hacer las cosas, Úbeda lo es y será todo un placer volver a escribir una página más de su historia con nuestra presencia. Sin duda.