Agujero Negro

Caída libre hacia la pesadumbre

En algunas de mis anteriores reseñas, como por ejemplo la de Escucha, hermosa Márcia, comentaba de alguna manera mis vivencias con el mundo de las drogas. Charles Burns nacido en 1955 en Washington D.C., sin duda también las tuvo, directa o indirectamente. Su adolescencia coincidió con el movimiento hippie en los Estados Unidos, el cual surgió como rechazo a la política militar que ejercía su país en la guerra de Vietnam. Este, desembocó en múltiples manifestaciones, encabezadas en su mayoría por jóvenes norteamericanos bajo el lema “paz y amor”. Desgraciadamente, la reivindicación se alargó demasiado en el tiempo, generando cierta frustración a una nación afligida, y arrastrando a sus jóvenes hacia una profunda depresión, la cual derivó, en algunos casos, en una marabunta de drogas y sexo, haciendo crecer exponencialmente las enfermedades de transmisión sexual. Salvando mucho las distancias y, para ponernos en contexto similar antes de abordar esta fabulosa obra, podemos extrapolar esta situación a la vivida en España con la insumisión, movimiento antimilitarista de desobediencia civil al servicio militar, que se inició a finales de los años 80, coincidiendo en el tiempo con el boom de la heroína y el VIH o SIDA. 

Agujero Negro nos narra la historia de un grupo de jóvenes adolescentes de Seattle a mediados de los años 70. Su bajo estado anímico les conduce a experimentar con las drogas y a practicar sexo descontrolado, esto hará que surja un extraño virus, metamorfeando a todos aquellos que lo contraen, llegando a provocar, en algunos casos, horribles deformaciones que los transforma prácticamente en monstruosos, muy desagradables a la vista. Charles Burns es capaz de transmitir la angustia y la pesadumbre de estas personas de manera poética y desoladora mediante su dibujo, que parece estar milimétricamente estudiado para dirigirnos irremediablemente hacia un amargo agujero negro. 

Lo perturbador de su arte es realmente asombroso. La experimentación y lo retorciendo de sus viñetas me ha revuelto en más de una ocasión las entrañas. Personalmente, me considero una persona aprensiva, sobre todo cuando se trata de ver protuberancias o enfermedades emplazadas en la piel, así que como comprenderéis, me ha llevado un par de días recuperarme del shock emocional que me ha ocasionado esta lectura. Por fin he podido relajarme y sentarme delante del ordenador para intentar describiros de la mejor manera posible aquello que he percibido. Sin duda, a nivel de sensaciones, esta obra se sitúa en lo más alto de mi ranking de lectura, quizá un peldaño por detrás del Blast de Manu Larcenet, pero claro, eso son palabras mayores, ya que no tiene parangón alguno. 

El uso de flashbacks es un recurso que sabe utilizar muy bien Charles Burns. Los introduce en el momento adecuado para sorprenderte, consiguiendo hacer avanzar la historia justo cuando lo necesita. Tal vez, la única pega que podría ponerle a la obra, son los parecidos que son algunos de los rostros de los personajes, sobre todo el de dos de los chicos protagonistas. Esto me ha llevado a la confusión en más de una ocasión, sacándome por momentos del ritmo narrativo de lectura hasta que mi mente conseguía situarlos. Por supuesto, este es un pero muy pequeñito, que no debe empañar vuestra visión sobre mi opinión general, la cual no puede ser otra más que confirmar casi veinte años después de su publicación original, que esto es una auténtica maravilla.

Nunca es tarde para corregir errores y leer este tipo de obras que tanto renombre tiene dentro del medio. Por suerte, tenemos editoriales como Ediciones la Cúpula que hacen magníficamente su trabajo, reeditándola constantemente para que la podamos tener siempre disponible en su extenso catálogo. Si te gustan este tipo de propuestas no lo dudes, es un esencial indiscutible en tu estantería.

Ficha técnica

Título originalBlack hole
AutoresCharles Burns
EditorialEdiciones La Cúpula
Fecha de publicaciónNoviembre 1999

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