¿Dónde está el límite?
Hay autores que tienen un público muy definido, como puede ser el caso de Grant Morrison. Cuando oímos este nombre, nos imaginamos multiversos y un gran conjunto de locuras. Sin embargo, este escritor es mucho más versátil de lo que la mayoría cree. Sin duda, es una persona peculiar, pero su talento y su mente privilegiada es algo que no puede ser negado. Su imaginación es desbordante y, como él mismo ha reconocido, a veces se ayuda de alguna sustancia mágica que le hace hablar con Scott Summers, Cíclope. Sea como sea, es un guionista único en el mundo, que, a pesar del ninguneo continuo que sufrió por parte del cascarrabias de Alan Moore, ha conseguido convertirse en uno de los grandes guionistas de la historia del cómic.
Como he comenzado diciendo, Morrison es mucho más de lo que muchos piensan. Nos ha ofrecido una gran variedad de obras y mis preferidas siempre son en las que defiende sus ideales, como en WE3. Este escocés es un declarado animalista que, como yo, aprecia más a los cuadrúpedos peludos que a los bípedos engreídos. Por este motivo, ha expresado sus pensamientos en varios de sus cómics como Animal Man o este WE3. En ambas, muestra su horror ante lo que el ser humano hace a la naturaleza y siempre muestra a nuestra especie como un virus destructivo e insensible

WE3 habla de un perro, un gato y un conejo que han sido convertidos en cyborgs empleados como armas. Toda la historia gira entorno al eterno “¿El fin justifica los medios?”. ¿Es justo que para un fin tan noble como evitar la muerte de soldados humanos, tengan que experimentar con animales y exponerles a un gran sufrimiento físico y psicológico? Esto es una duda con la que vivimos a diario. El valor de la vida. ¿Un humano vale más que otro animal? Y fijaos bien que he dicho “otro animal”. A menudo se nos olvida que el ser humano no es más que eso, un bichillo muy egocéntrico que se cree con derechos sobre el resto y se considera más listo que el resto, pero un bicho, al fin y al cabo. No os voy a responder a la pregunta que expone esta obra. No sé si por salvar a un niño debe sufrir un conejo. Para mí es un problema moral enorme. Sólo puedo decir que para salvarme a mí no quiero que sufra ni una araña y mira que son mis archienemigas. Pero sí creo que hay una diferencia muy grande entre salvar a un enfermo que a un soldado. Si de verdad quieren salvar a su ejército que empiecen por no iniciar guerras, pero que no envíen perros a luchar sus estúpidas batallas. Esta es la ideología que el guionista ha expuesto constantemente, ya que de pequeño vivía junto a una base militar y, le encanta contar anécdotas de aquella época.
Ahora vayamos a algo más realista, como es la experimentación con fármacos. El señor Morrison está totalmente en contra. Yo como farmacéutica me he visto en la situación de tener que dejar un trabajo por no estar dispuesta a realizar estas prácticas, y a secuestrar un ratoncito de la universidad. El pobre Pinky se autoboicoteó porque escaló desde mi bolsillo hasta mi escote y el profesor me pilló. Pero ese es otro tema, aunque os alegrará saber que, por la presión de gente como yo, en la universidad se quitaron las prácticas con especímenes vivos.

El caso es que actualmente la lucha contra las enfermedades sigue exigiendo de animales para probar primero los tratamientos. Por suerte, la investigación de cultivos celulares esta cada vez más avanzada y algún día, los bichillos serán libres de esto. Si queréis mi opinión – y si no, os la voy a dar igual- el ser humano no está por encima de resto de especies de este mundo, ni es más inteligente. Sólo somos lo suficientemente estúpidos para pensar que ellos no tienen lenguaje, cuando en realidad es que nosotros somos incapaces de comprenderlo. Esta más que demostrado que los animales domesticados llegan a entendernos mejor que nosotros a ellos. Nos estudian y aprenden a convivir, mientras nosotros no somos capaces de hacer lo mismo. Así que os pregunto, ¿tenemos derecho a abusar de ellos? Lo siento, pero en Matrix tenían razón y somos como un virus ya que destruimos aquello que llamamos hogar.
Después de mi desahogo, volvamos al cómic. Cabe destacar el trabajo de Morrison en el desarrollo de la personalidad de cada uno de los personajes. Muestra perfectamente la simplicidad del conejo, pero trabaja mucho más con los otros dos compañeros. El perro muestra sus inquietudes sobre si está cumpliendo los deseos del amo. Son animales que buscan la aceptación de los humanos y su tranquilidad emocional se basa en ello. Pelean si quieres que peleen, se sientan si quieres que se sienten. No por ignorancia, ni por simplicidad, sino por una empatía mayor a la que nosotros podamos comprender. Su deseo es nuestra felicidad. Si nosotros estamos a gusto con ellos, esto les proporciona bienestar (mis estudios en Etología Canina, lo corroboran). Por otro lado, está el gato. Morrison siempre ha sido un amante de los gatos. Nosotros vemos vídeos y pensamos que son tontos o crueles, pero esto sólo se basa en que vemos el mundo según nuestro condicionamiento, sin ser capaces de verlo como los felinos. Así, el autor juega con la visión que tenemos de los gatos. Muestra su desprecio al ser humano a través de él, pero no se olvida de mostrarle como ese animal que es fiel a quien quiere.

Ha llegado el punto en el que me toca defender el dibujo y lo cierto es que me da pereza. No porque no merezca ser alabado, sino porque sé que si digo que es de Frank Quitely muchos ya pensaran que es malo. Me hierve la sangre cuando critican a ese artista. Su estilo es feísta, pero no es malo. Que el arte se catalogue entre bonito y feo y que eso determine si es bueno o malo, es algo insultante. Yo veo Saturno devorando a su hijo y me horroriza, pero eso no quiere decir que Goya no fuese un puto genio. Y ahora que ya he abofeteado a los haters, os diré que estamos posiblemente ante el mejor trabajo del señor Quitely y que el hecho de que dibuje animales y no humanos, puede que permita a la gente apreciar más su talento. Las composiciones de páginas son una maravilla. Como los personajes casi no hablan, el dibujo soporta todo el peso narrativo, y el resultado es increíblemente exquisito, metiéndote en la visión de los protagonistas, viendo el mundo desde su altura. Además, hay una splash page que muestra el vuelo de unas balas vistas desde atrás, que es una de las páginas del mundo del cómic que tengo marcada a fuego en mis retinas. Por último, hay que destacar el increíble trabajo en cuanto al diseño de los personajes, ya que ver un perro, un gato y un conejo con armas incrustadas, no deja a nadie impasible.
Como conclusión, esta historia me maravilla y me rompe el corazón a partes iguales, porque no puedo soportar el sufrimiento de un peludín. Es una de mis obras preferidas del autor y hay muchísimas ediciones de ella, así que está a disposición de todos, aunque personalmente, recomiendo la Edición de lujo de ECC Cómics que en cuanto a calidad precio es la mejor opción.
PD: Lucha por aquellos que, aunque tienen voz, somos incapaces de comprender lo que dicen, porque recuerda, somos el animal más estúpido y más destructivo de la naturaleza.
Ficha técnica
Título original | WE3 |
Autores | Grant Morrison, Frank Quitely, Jamie Grant |
Editorial | ECC Ediciones |
Fecha de publicación | Enero 2012 |