Batman/Spawn

Sobre churrascos infernales, murciélagos y perlas por el suelo

31 años. 339 números hasta la fecha. Alan Moore, Neil Gaiman, Frank Miller, Dave Sim, Grant Morrison, Andrew Grossberg, Tom Orzechowski, Greg Capullo o Marc Silvestri como algunos de los autores que han pasado por sus páginas. Spawn es, nos guste o no, historia viva del cómic personificando una etapa de excesos y especulación, donde el público juvenil devoraba historias llenas de trajes imposibles, músculos más imposibles aún y armas del tamaño de un Bentley Mulsanne. Un filón que bien podría haberse ahogado con esos mismos excesos pero que supo aprovecharse de ellos –y de una gran visión comercial– y que ha desencadenado en esta “celebración” infernal cuando vuelve a unir fuerzas con el paranoico más famoso del cómic 29 años después de su primer doble encontronazo.

Visualmente hay que admitir que el autoproclamado Toddfather supo indagar para dar vida a un personaje atrayente, llamativo, intimidante si cabe, cogiendo lo más tétrico de Batman y mezclándolo con el mismísimo infierno pero sabiendo darle una motivación muy humana como el amor. Si a todo esto le sumamos una capa que casi llega al nivel del personaje, podemos llegar a entender que este engendro del demonio calara en los lectores de cómics noventeros, ya que supo personificar las excentricidades de la época, enfocado, en cierto modo, al underground de tono adulto sin tener que salirse del cómic americano al uso y, de esto estoy seguro, improvisando sobre la marcha a más no poder.

Pero como guionista, bueno, qué decir, podríamos resumirlo en “la vida es eso que pasa mientras Spawn intenta recordar algo” ya que parece que el guión pasa por allí de pura casualidad y le recuerda a Al Simmons que a su alrededor pasan cosas y no todo es una introspección de sus anhelos y miedos –y olvidos–. Está claro que McFarlane quería dar un puñetazo en la mesa con algo potente –y lo consiguió, ojo– pero sus limitaciones argumentales dieron como resultado un mensaje vacío y tan lento como soporífero. Repetitivo. De ahí que decidiera traer autores de gran nivel para, de cierto modo, desatrancarlo.

Tras delegar en ellos algunos números y arcos en el extenso y basto océano que se estaba convirtiendo la serie, la sensación no pasó de un poco de caviar sobre una montaña de hamburguesas ultraprocesadas. Así que papi Todd retomó la monarquía absoluta del churruscadito y siguió corriendo. Pero con los años encima y, quizá, harto de hacer unboxings de figuras por Instagram, se le ocurrió expandir nuevamente el spawnverso pero dejando más libertad artística y siendo él –también partícipe activo a todos los efectos– más un orquestador. Expansión de la que salvo, de momento, un Spawn Rey –del que ya hablaré algún día– y del que arrojaría de forma espartana y sin miramientos este nuevo encontronazo con el murciélago gothamita, actualizado para ello pero con el hastío clásico.

Y si he hablado más del origen del personaje más que de esta nuevo crossover es porque se dan todos los aburridos clichés infernales, todas las voces en off ochenteras y apocalípticas del mejor y deprimente Frank Miller sin pasar por alto el ya conocido paralelismo dramático que comparten Bruce Wayne y Al Simmons, esta vez, de forma descarada y que me hizo poner los ojos en blanco desde el principio. Blanco perla… y quien lo entienda ya sabe por dónde voy. Todo lo que hizo McFarlane bien y mal para conseguir lo que consiguió sale a flote en esta historia de poco más de 40 páginas donde, admito, hila ambas orígenes con buenas pinceladas pero llamando a gritos a una de las últimas etapas de Batman de mayor éxito y que acaba defenestrada por la apatía y la inherente repetición con todo lo negativo que me he afanado en recalcar párrafos anteriores, ¿Perderé toda credibilidad si digo que aun así sé que no será lo último que lea de Al Simmons? Sí. Sorry.

Afortunadamente el guionista canadiense llama al auxilio a un portentoso veterano a los lápices, ya no solo en el medio sino concretamente con Spawn y Batman, como Greg Capullo que convierte el tedio argumental en una delicia con una organización de viñetas, que si bien están lejos de la originalidad y la sorpresa, si huye de lo cuadriculado y abraza al mejor Jim Lee en Batman: Silencio donde en la mayoría de las ocasiones el lucimiento de Capullo es soberbio y se come los diálogos. Sumadle los buenos colores de Dave McCaig y ahí tenéis la salvación. Sin Capullo ni McCaig esto habría sido un folleto de esos que te dan por la calle los Testigos de Jehová que acaba en la basura una vez miras la ilustración de Jesús en la portada.

Spawn es Spawn. Con sus innumerables fallos y sus aciertos. Fue y sigue siendo la creación definitiva de un autor que vio más allá de la viñeta y que supo crear, posteriormente, todo un universo mercantil alrededor de su producto y que gracias –o quizá desgracia– del momento en que apareció, supo calar en los lectores afianzando algo que cuesta creer viendo sus historias. Pero ahí queda su legión de fans que ni quieren ni piensan renunciar a su infierno. Nos guste o no, Spawn no tiene intención de irse y por eso nos lo recuerda cada cierto tiempo haciendo cruces con quien haga falta o, como decidió el padre de la criatura, expandir el spawnverso con más series y autores de renombre y ese mérito maratoniano, amigos míos, hay que reconocérselo al señor McFarlane.

Esta reseña, modificada y actualizada, formó parte originalmente de Zona Zhero.

Ficha técnica

Título originalBatman/Spawn
AutoresTodd McFarlane, Greg Capullo, Dave McCaig
EditorialECC Ediciones
Fecha de publicaciónMarzo 2023

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