Mejor bacon seco que repelente para tiburones
A ver, que nadie se lleve ninguna decepción si esperaba que esto iba a ser otra rabieta de señor mayor quejándose, por enésima vez, del mercado norteamericano del comicbook mainstream de capas y mallas y blablablá. No. Que sí, pero no. Me explico: el mercado sigue igual, nadie lo ha salvado aún, irónicamente, cual superhéroe con capa roja mientras sobrevuela el cielo y el sol hace brillar su perfecto cuerpo de Adonis esculpido por los dioses –va, ya paro que me vengo arriba pero es que anda sonando Going the Distance de Bill Conti y es bastante motivador–. Este Batman: Fortaleza me ha gustado porque he encontrado en él, precisamente, elementos que no esperaba y que ha colocado bajo mi foco, por méritos propios, al guionista londinense Gary Whitta en lo que parece ser su primera serie para DC.
Pero seamos sinceros, este Fortress no es que sea una oda a la originalidad, ni por asomo, pero tiene, como se suele decir “un no sé que que qué sé yo” que deja un regusto agradable de aventuras y personajes cruzados que he disfrutado mucho más de lo que esperaba. Partiendo, sobre todo, por una actitud de Bruce Wayne bastante más permisiva de la que estamos acostumbrados. Aquí no está el Batman paranoico, hermético, en resumen, el de siempre. Esa suavidad en su actitud ayuda muchísimo a la investigación detectivesca –diría que literal– y alimenta el misterio inicial de la primera mitad de la historia, que acaba soportando el peso decentemente hasta su conclusión.

Ahora sumadle un segundo número que me ha parecido un ejemplo perfecto de cómo deberían ser las grapas actuales de superhéroes. De cómo susurrarle al lector «ey, ven, mira esto que te va a gustar». Flexibilidad en la narración, acción y cero miedo a hacer lo que te dé la gana sin salirte de unos estándares básicos –vamos, que Alfred sigue haciéndole el café a Batman–. Gary Whitta ha sabido cogerle la medida a un Batman detectivesco sin hacerle noir/Brubaker ni convertirlo en un fascista con máscara al más puro estilo secuestra niños del All-Star Frank Miller. O eso o me ha cogido en un bajón y estoy disfrutando esto como si fuera la octava maravilla del mundo que no es.
Y es que pese a las acertadas decisiones en el guión y que la historia avanza sin contratiempos, no se ve lastrada por aburridos clichés, aunque sigue tirando de ellos. Algo inevitable pero que viene a demostrar, una vez más, que no hay que marcarse un Frank Miller de 1986 para dejar una grata sensación en el lector, para marcar cierta diferencia y darse el lujo de mirar por encima del hombro a las ya conocidas tropecientas series mensuales del quiróptero de Gotham. Seamos sinceros, el lector medio cada vez se deja más dinero en cómics aburridos en ediciones de oro y a precio hipotecario e historias así, personalmente, se agradecen.

No sé en qué momento el guionista británico, en un afán fetichista o de capricho o de vete tú a saber por qué, decide involucrar en la historia a los personajes que acaban protagonizando el cómic. Muy aleatorios o random a priori, pero que sobre las viñetas pululan a las mil maravillas –cameo sorpresa incluido en una de las viñetas– donde sus colaboraciones y los necesarios encontronazos, siempre desde un punto liviano y alejándose de toda grandiosidad –quiero pensar que de forma intencionada– abrazan el magnífico dibujo de Darick Robertson para ir de la mano a donde, posiblemente, muchos sepan, pero sin descuidar pequeños detalles, quizá, inesperados. Hasta me atrevo a decir que comete el error del villano marvelita cinematográfico y aún así todo sigue fluyendo.
Me encanta “echar las culpas” a los dibujantes pero es que exploto de placer cuando un dibujo hace mejor a una historia. El imaginarme las mismas viñetas dibujadas por otro autor y sentirme en el derecho de pensar que no funcionaría con tal o cual. Y aquí es Darick Robertson ese culpable. El dibujante de The Boys y Transmetropolitan extrapola esa aura de la buena Vértigo o Dynamite con ese uso tan fijo y sincero de las tintas. Aleja la historia del randonismo superheroico gracias también a la notable aportación de los colores de Diego Rodríguez que se aprende la lección y barre para el mismo lado que Robertson. Quizá solo me pase a mí pero no paro de ver al maldito Billy Butcher disfrazado de Batman cada vez que el murciélago aparece en alguna viñeta.

Otra historia más de Batman. Otro ejemplo más de que la editorial tiene su preferido y siempre estará por encima de kriptonianos, amazonas, atlantes y demás seres interplanetarios, pero que aún con todos esos clichés que casi son ya cultura pop, esta serie se hace amena y divertida por sus personajes y por unos diálogos que abogan por la simplicidad y las ganas de restar toda épica, aunque el mundo se vaya a la mierda… una vez más. Lectura facilita que no toma por tonto al lector y que además tendréis a final de mes en tomo ¡Ah, se me olvidaba! No estáis preparados para el final –tomad hype, amiguis–. Y ahora sí, me voy haciendo la croqueta.
Ficha técnica
Título original | Fortress |
Autores | Gary Whitta, Darick Robertson, Diego Rodríguez |
Editorial | ECC Ediciones |
Fecha de publicación | Marzo 2022 |