Venom: King In Black

We are stronger when we are together 

Quizá esta reseña sea algo ambiciosa pues pretendo abarcar más de tres años de publicaciones y casi cuatro de lectura, y no solo atendiendo a lo que pasa en estos cómics, por qué han sido importantes para el personaje de Veneno, sus autores Donny Cates y Ryan Stegman fundamentalmente, y la Casa de las Ideas, sino también lo más importante de todo: pretendo contaros por qué han sido importantes para mí.

Evidentemente no voy a contaros de qué va Venom, probablemente ya lo sepáis, o ni siquiera os interese, e independientemente no voy a ser capaz de explicaros como “un traje negro to guapo” de Spider-Man acabó convirtiéndose en una de las cabeceras de Marvel más relevantes y comercialmente exitosas de los últimos años. Tampoco creo que a estas alturas tenga que detenerme a explicaros quién es Donny Cates y qué ha supuesto para mí como lector de cómics. Creo que lo mejor es que nos metamos de lleno en la mente colmena de los simbiontes para que al menos así pueda intentar haceros entender lo que ha supuesto Venom para el cómic de pijameo mainstream en los últimos años, y en concreto para mí: su más firme opositor.

El Venom de Donny Cates empezó por allá a mediados de 2018, mucho antes de que a ninguno se nos ocurriese que algo como un virus mortal podría dejarnos año y medio en casa. Y empezó como lo suele hacer cualquier relanzamiento de Marvel, con la infundada y vacía promesa de que ésta sería una historia, comandada por un desconocido y prometedor equipo creativo, que sacudiría los cimientos de la industria del cómic tal y como lo conocemos. Una promesa que Marvel (y también DC) nos ha hecho en incontables ocasiones y que, evidentemente nunca ha cumplido, pero ¿qué pasaría si esta vez fuese de verdad?.

Por supuesto, estoy exagerando, el Venom de Cates y Stegman no es el Santo Grial, no es la cura del cáncer, ni mucho menos es mejor que Watchmen como cierto redneck texano empezó a sugerir sarcásticamente en redes sociales. Pero, sin duda alguna, es una propuesta muy atrevida y rejuvenecedora de un personaje que, recalco, surgió de un traje guay que llevaba Spider-Man en el espacio en los años 90.

Si algo se dice siempre de Cates es que tiene muchas ideas, quizá demasiadas ideas, hasta un punto que puede ser peligroso. Y, aunque resulte paradójico, en la mal llamada Casa de las Ideas, esto no es siempre algo que guste. Quizá porque aún no sabían de qué pie cojeaba el de Austin, o precisamente porque lo sabían y querían verle tropezar, Marvel decidió darle un voto de confianza a este hombre, otorgándole más libertad de con la que suelen contar los guionistas del Bullpen.

Así pues, un Donny Cates receloso aún del dibujante al que le habían “colocado” para hacer esta historia, decidió convertir al reportero de segunda fila y enemigo mortal de Spider-Man, que lleva un traje que habla con él, en el huésped de un ser parasitario extraterrestre que forma parte de la mente colmena de un Dios primigenio del universo que es la encarnación indestructible de la pura oscuridad, la maldad y el vacío. Lo sé, mola de cojones. Y lo que sucedió a raíz de esto ya es historia, y será siempre historia de la Marvel del siglo XXI.

Esta reseña se supone que, en parte, tendría que aprovecharla también para hablaros especialmente de lo que ha sido el final de este recorrido, que concluye con el apoteósico evento de King In Black. Pero es que realmente no dista mucho de cualquier final de los que ya ha escrito Donny Cates para sus cómics de Marvel. Un cambio de estatus en el personaje principal de la colección y una oportunidad aprovechada para rescatar sus propias ideas, conceptos y personajes (remontándose hasta su etapa al frente de Doctor Extraño pero también a cosas más recientes como Estela Plateada Negra) y que estaban en alguno de los cajones de Marvel esperando a que las volviese a rescatar.

Como final en sí, tampoco es que reinvente la rueda. Sin ir más lejos, recuerda mucho a eventos como La Guerra de los Reinos. Quizá por la magnitud o por la epicidad que intenta impregnarle a la amenaza que supone Knull para la Tierra, o por el hecho de cerrar una etapa tan longeva de un personaje (sí, cuatro años en años de cómic son muchos años) en un evento aparte. O quizá simplemente me recuerde a ello porque no hace tanto de La Guerra de Reinos, y porque Jason Aaron es una clarísima y reconocida influencia para Cates. De hecho, como suele suceder cada vez que el “desconocido y prometedor equipo creativo” abandona la serie que acaba de revitalizar para Marvel, muchas de las ideas y tramas secundarias se quedan sin cerrar, esperando falsamente que algún futuro, más desconocido y más prometedor, equipo creativo las retome.

Qué decir de Ryan Stegman, alguien que ha nacido para dibujar a Spider-Man y se ha tenido que conformar con codirigir la serie del “traje chulo” en su lugar. Para empezar creo que debemos reconocerle mucho más mérito como co-creador de estas historias de Venom que el que sugiere el título de dibujante. Es tan responsable o más de lo que ha sucedido en estas páginas como Cates, y quizá este sea el motivo de que el dibujante al que aceptó a regañadientes y con el morro torcido se haya convertido no sólo en su mejor amigo, sino también en su marido dentro de la industria del cómic. Pero si el apartado visual de esta serie ha sido (casi) siempre tan fino, por más de 1000 páginas que haya tenido, ha sido gracias a la labor de artistazos del nivel de JP Mayer, Frank Martin e Iban Coello, que han mantenido esta etapa en un nivel gráfico sobresaliente. La verdad que Cates no puede quejarse de los artistas con los que le ha tocado trabajar en esta obra, sin duda su trabajo mainstream más importante.

Nunca pensé que un cómic con una grandilocuencia, magnitudes y nivel de epicidad propias de un shonen de hostias pudiese conectar conmigo a nivel emocional. Pero lo hace. Donny Cates sabe que teclas tocar para, al tiempo que te muestra a un simbionte hecho de cadáveres luchar con un hacha fabricada con *censurado por spoilers* y abrirle la cabeza a un dragón simbionte gigante; cambiar de marcha, dar un frenazo y hablarte a tus sentimientos. Además que a estas alturas le perdono todo, eso es así. Pero de verdad que las partes más emotivas, en las que intenta darle algo de profundidad a Eddie Brock o a cualquiera de los personajes que aquí aparecen, son las que más merecen la pena de toda la etapa (bueno sin contar las splash-pages de Stegman).

Empezando a leer Venom descubrí la mejor tienda de cómics de Madrid y mi tienda de cabecera actualmente. Me ha acompañado en tres casas y dos países. He leído Venom en algunas de las mejores etapas de mi vida y también en otras no tan buenas. Una lectura caótica que me ha llevado casi tres años, pasando de leer Venom mes a mes a esperarme más de un año entre un tomo y el siguiente. En cierta medida, como ya me pasó con el Thor de Jason Aaron (aunque a menor escala), tengo la sensación de haber estado leyendo Venom toda la vida, aunque no sea cierto. Y esta es una sensación que muy pocas veces se tiene con un cómic. Una sensación se quedará conmigo para siempre, independientemente de la calidad de la obra, Venom (no me creo que esté diciendo esto) siempre tendrá un hueco en mi corazón. Hasta siempre, traje chulo del espacio.

Ficha técnica

Título originalVenom #1-35, King In Black #1-5
AutoresDonny Cates, Ryan Stegman, JP Mayer, Frank Martin, Iban Coello
EditorialPanini Cómics
Fecha de publicaciónNoviembre 2018 – Agosto 2021

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