PTSD

Solo quiero algo de paz

PTSD. Trastorno de estrés postraumático. Os podéis hacer una idea clara de por dónde van los tiros en esta nueva aventura que nos trae Grafito. Desde las Guerras Mundiales, pasando por la tan cinematográficamente explotada Guerra de Vietnam, hasta pararnos en las más recientes Iraq o Afganistán. Desgraciadamente, la Historia tiene demasiados episodios crueles que han ido alimentando este trastorno hasta el sobrepeso. Obras maestras como Taxi Diver de Martin Scorsese, El Cazador de Michael Cimino, o la más reciente Gran Torino de Clint Eastwood ahondan profundamente en este proceso mental de alerta constante que carcome la propia humanidad.

Una opresiva jaula mental que destroza cada célula de nuestro ser que ha sido estudiada, utilizada, versionada y, sobre todo, explotada en infinidad de historias y que cuantos más años pasan, más difícil es sorprender y huir de los clichés habituales al contarlo. Afortunadamente, puedo decir que este autor completo lo consigue aunando a buen nivel su experiencia en Label 619 –quiénes les conocen sabrán de lo que hablo–, junto a un tiempo bien invertido en el estudio del trastorno y en las fórmulas utilizadas para su tratamiento. Piezas que va integrando en la historia como en una partida de ajedrez y que forman parte de unos extras muy instructivos al final del tomo, extras que sí merece la pena pararse a leer.

“¿Cómo hacer para volver a ser quiénes éramos? ¿Qué somos ahora?”

Concretamente veintinueve páginas de sufrimiento mental y físico. De dura abstinencia. Es lo que he necesitado para darme cuenta de lo que me iba a encontrar. Una extenuación postraumático-bélica barra necesito volver a ver Platoon de Oliver Stone. Todo acomodado y suavizado por un gran dibujo. Una idea que tanto ha explotado en DC Tom King, pero velada tímidamente por la ausencia de diálogos en muchos momentos y sin la necesidad de repetir tics. Sólo una protagonista, sin nombre, unos botes de pastillas vacíos y la soledad de la indigencia y el abandono social. Todo esto te golpea en el pecho antes de arrancar la propia historia y aún así ya te ha contado un gran peso de la misma. Una clase magistral de cómo engancharte con una historia, sin duda.

Guillaume Singelin es de esa hornada de autores franceses capaz de combinar una especie de mundo moralmente apocalíptico, rozando una línea a lo Mad Max urbanita, y darle una fuerte dosis de actualidad global con mucho sentido de la justicia –y de la ausencia de ella– para que el lector pueda viajar lejos de la realidad y aún así tenerla muy presente por las circunstancias que vivimos. De entretejer una crítica social sin meterse en berenjenales complejos que conviertan la acción y el pimpampum en mera anécdota. Singelin crea una especie de John Wick o Denzel Washington en The Equalizer y, aún así, tiene muy presente un esclarecedor y crudo mensaje más allá del trasfondo de la historia. Te da todo eso sin darte a elegir entre la pastilla azul o la roja, y sale indemne de ello.

Si algo tiene muy a su favor es el uso de los flashbacks –más allá de darle un contexto y profundidad a los hechos presentes– ya que no los usa de forma dramática. La guerra que da forma a las cicatrices se basa en el compañerismo, en el sentimiento de grupo y acaba siendo una sensación que va alimentado a la historia, enriqueciéndola en su presente y dándole contenido en momentos en lo que parece que no pasa nada o la historia avanza a menos velocidad. El sentimiento del soldado como individuo y la amistad que se forja de la tragedia como grupo. Una sonrisa en pleno llanto que, admito, potencia la sensación de crueldad bélica a la vez que no dramatiza de más el presente de la protagonista.

No sé donde leí lo de que “somos estados de ánimo” y aquí somos víctimas de ello gracias al color. Estamos a su completa merced porque el autor así lo quiere y reparte tonalidades acuareladas de una potencia brutal, que respiran como la misma ciudad –inspirada en la cosmopolita y tradicional Tokyo–. Noches oscuras con callejones llenos de basura y desesperanza o días soleados de brillantes amarillos que reflejan una utópica posibilidad de ilusión a los ojos de quien quiera creer. Edificios cargados de detalles y formas redondeadas con diseños dignos de las mejores producciones artesanales del Estudio Ghibli. Solo por el planteamiento visual PTSD está por encima de la media.

Podría usar el tópico de “esto ya lo hemos leído y visto en muchas películas, libros o cómics” y aún llevando toda la razón –y sentirme mal solo por mencionarlo– no le haría en absoluto ninguna justicia al resultado final de todos estos ingredientes que usa Singelin y que hacen de la historia de Jun tanto un cómic que entra perfectamente en lo que se suele llamar medicina gráfica como en una aventura propiamente dicha. Todo va de la mano de forma tan natural que el conjunto, aún estando lejos del sobresaliente, merece formar parte de todas nuestras estanterías.

Ficha técnica

Título originalPTSD
AutoresGuillaume Singelin
EditorialGrafito Editorial
Fecha de publicaciónMarzo 2022 (ya en preventa)

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