En tu seno: algo más que rosa

Ya lo decía Gloria Gaynor

El caprichoso azar quiso que estuviera a seiscientos setenta y ocho kilómetros. En otra ciudad. En otra comunidad. Admito que me aferré a todos los dioses existentes e inventados. Yo, agnóstico y más cercano al ateísmo que a rezarle a algo. Sólo quería que esa consulta en el hospital fuera simple rutina, pero el martillo dejó de pender y simplemente cayó. Sonó el teléfono y mi madre, con esa distraída tranquilidad de la que hace gala, me lo soltó sin preámbulos. ¿Para qué? Le habían diagnosticado cáncer de mama.

Estaba sentado en el sofá mientras, al mismo tiempo, corría hacia mi madre aterrado. Recuerdo que me temblaban las manos y el labio inferior. Necesitaba llorar, gritar. Lo que fuera. Mi novia estaba conmigo y me conoce lo suficiente para saber leerme la mirada y me cogió la mano. No recuerdo sentirme mejor, no podía, pero sí me hizo sentir. Estoy acostumbrado a llorar porque soy de lágrima fácil. Lo tengo asumido y no me escondo. Ya sea en el cine o escuchando música, abrazo las historias como propias y me dejo llevar. La Vida es Bella de Roberto Benigni o Rosa y Manuel del cantautor Andrés Suárez son los mejores ejemplos de ello, pero la forma en que sentía que se me quebraba el alma iba más allá y notaba cómo me iba rompiendo por dentro.

“No te preocupes, quédate allí. No pasa nada” − me dijo rompiendo un silencio atronador y destructivo. Mi madre me abrazó tan fuerte con esas palabras que aún se me eriza la piel al recordarlo. Lo hizo tan intensamente que creo que me tranquilizó y hablamos sobre lo que le habían explicado que serían los pasos a seguir, mientras me repitió una o dos veces más que estaba bien, que todo saldría bien. Tuvo la entereza de mil ejércitos sin inmutarse y la mantiene a día de hoy cuando mucha gente le pregunta y lo cuenta todo como una simple anécdota, como si todo lo que sufrió sola y acompañada fuera una de sus películas de sobremesa. Mi madre está orgullosa de sus cicatrices porque de ellas aprendió y nos enseñó a todos.

Después vino la operación, la quimioterapia o “ese veneno que hay que meter para matarlo todo y que me deja molida” como decía tantas veces. Muchas noches en vela en el baño vomitando. Muchísimas, para después la posterior medicación y revisión anual –o varias– a día de hoy. Siempre con una sonrisa y despreciando el dar pena. Me quedo con ese día cuando entró en mi habitación, maquinilla en mano, para que le ayudara a cortarse el pelo porque “es un coñazo dejar pelos naranjas por toda la casa”. Jugó con ella haciendo cortes extraños y mirándose al espejo mientras se reía exageradamente y ahí me di cuenta que si los doctores habían hecho un magnífico trabajo –nunca podré agradecerles lo suficiente– el de mi madre ya estaba hecho incluso antes del diagnóstico.

En tu Seno nos cuenta historias de dolor y alegría, de sufrir, sanar y confiar, y en todas ellas está mi madre. Una tras otra. Y si de algo alardea este proyecto es de no etiquetar a personas como ella de héroes por tener la enfermedad, pero lo siento. Ella se autodenomina “una superviviente” por el mero hecho de haber vencido a la enfermedad, de haberla relegado a una rutinaria revisión anual o de “tomar un café sin tazas” con su doctora y amiga. Toda una superviviente por, desgraciadamente, haber enterrado a todos los compañeros que la acompañaron en la ambulancia día tras día a más de cien kilómetros ya que en mi ciudad aún no había equipamiento para la quimioterapia. Y aunque entiendo la intención de promover la necesidad de despertar la conciencia para que se invierta y se investigue por encima de la poética silueta de la luchadora y de recalcar una y otra vez que tenemos profesionales muy cualificados a merced de unos políticos egoístas y mercenarios, mi madre se come con patatas a Wonder Woman, a Sarah Connor y a Ellen Ripley. Si. Lo es. MI MADRE ES UNA SUPERHÉROE.

Si bien este proyecto no es una exhibición de alardeo gráfico donde se reúnen para concienciar en el significado más simple de la palabra. Su función no es arrancarle al lector un puñado de lágrimas y adiós muy buenas. Esta asociación sin ánimo de lucro ha reunido a guionistas y dibujantes para trabajar codo con codo y, a su vez, reforzar ese trabajo contando con el Instituto INCLIVA, la Cátedra de Estudios de Cómic de la Universitat de Valencia y el Colegio Oficial de Médicos de Valencia. El cómic como medicina, como faro que marca el camino a seguir y con unas directrices severas e indudables para ganarse con todas las letras lo de lectura obligatoria. Necesitáis leerlo, aprender, alimentar la conciencia y abrazar la realidad. No nos convirtamos en políticos que no ven más allá de sus cuatro años de mandato. No seamos egoístas. No nos quedemos en el lazo rosa.

Aunque parezca que lo sabemos todo –o casi todo– del cáncer de mama, que la televisión nos ilustra sobre ello cuando el 19 de octubre todo el mundo lleva su lacito rosa por la calle, realmente estamos aún muy verdes. Mucho. Tanto que os sorprenderéis con la tajante actitud de En Tu Seno y sabréis de verdad que tras el color rosa falta mucha inversión en investigación y mucha conciencia real, reivindicativa y participativa. ¡Casilla en la Renta para investigación! Y recuerda, mamá, como dice Rafael Lechowski “Eres un átomo en cuyo interior cabe el universo”.

Ficha técnica

Título originalEn tu seno: algo más que rosa
AutoresPaco Roca, Álex Muñoz, Ana Oncina, El Payo Migue, Cristina Durán, David Rubín, Laura Pérez, Sento Llobell, Ana Penyas, Jorge Perales, Clara Dies Valles, Laurielle, Lola Vendetta, Paula Bonet
EditorialPostal Kids
Fecha de publicaciónNoviembre 2021

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